«Es un mal hábito sustituir el bocadillo por la bollería»

Mayte Rodríguez
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Conversaciones en en Lienzo Norte con Nives Sánchez Pindado, panadera de tercera generación en Martiherrero

A simple vista, lo primero que destaca de Nieves Sánchez Pindado (Martiherrero, 1958) es su sonrisa. Pero enseguida percibes que es mucho más que una mujer sonriente porque ese gesto amigable convive en ella con el carácter enérgico, resuelto y luchador que caracteriza a muchas féminas de su generación. Quizá la prueba irrefutable del espíritu luchador de quien representa la tercera generación de panaderos de Martiherrero es que, a sus 60 años y después de toda una vida de trabajo incansable, se ha embarcado en la ampliación y renovación de la panadería. «Hace 16 años ya hice una reforma para ponerla en el siglo XX  y ahora estoy haciendo otra porque he conseguido comprar unos pajares que había al lado y que mi padre nunca consiguió que le vendieran, de esta forma voy a dejar una panadería amplia y preciosa, acorde con el siglo XXI, en la que también vamos a poner un despachito en el que además de pan y pastas tradicionales también venderemos pastelería fresca», nos cuenta Nieves, ilusionada. «Estoy orgullosa no solo por lo bonita que va a quedar, sino porque así voy a poder mantener los puestos de trabajo, que son nueve, diez contándome a mí», añade. «Así lo haré si Dios me da salud, es una ambición que yo tenía, algo en mi interior me pedía dejar la panadería arreglada, acorde a los tiempos, pero también lo hago por mi hijo, que está trabajando conmigo, él también ha mamado la panadería y espero que sea mi relevo», confiesa.

Su hijo será la cuarta generación de panaderos, tomará el testigo de Nieves, «panadera de cuna» que aprendió el oficio de su abuela y de su madre, Flora, su referente, a la que echa de menos y recuerda cada día de su vida. «Ella era la luchadora que tiraba todo para adelante a la hora que fuera, a las dos, a las tres de la mañana, ..., la que nunca se rendía», elogia. Pero el compromiso de Nieves va más allá de la con la tradición familiar de la que es heredera, también está comprometida con su pueblo, Martiherrero, de ahí que haya aprovechado la reforma y ampliación de la panadería para crear allí «unos apartamentos rurales preciosos con capacidad para 25 personas que se llaman ‘Panadería de Flora’ precisamente en honor a a mi madre», revela. De hecho, este alojamiento se encuentra  en la planta superior de la panadería, en la que fue la casa de sus padres, así que la decoración está inspirada en  el proceso de elaboración del pan.

Nieves dice alto y claro que el pan que sale de su horno es «el mismo que hacía mi abuela, completamente natural», de ahí que ante «tanta dieta que recomienda quitarse el pan» ella rompa una lanza en favor de su producto. «Los hidratos de carbono también son necesarios, pero siempre con medida, desde luego el pan es infinitamente más sano que la bollería industrial que se les da ahora a los niños», argumenta. Y es aquí cuando lanza un mensaje a las familias: «A los niños se les ha creado un mal hábito: sustituir el bocadillo de toda la vida por el bollo industrial, que es mucho menos sano».

Preocupada por este asunto, le gustaría organizar un taller dirigido a madres y niños para que aprendan a hacer pan y «sepan lo que se llevan a la boca». Mientras tanto, Nieves está deseando ver terminada la obra de la panadería, que los apartamentos rurales empiecen a tener huéspedes y, sobre todo, seguir elaborando el pan nuestro de cada día según «la receta de mi abuela», además de perrunillas, mantecados, hornazos, ... Todo rico y saludable. Made in Martiherrero.