«El Ejército español en Marruecos tenía pies de barro por la corrupción»

David Casillas
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Marian Izaguirre presentó en Ávila la «revisión» de su novela 'El león dormido', una historia en la que da voz a los civiles que sufrieron las consecuencias del 'Desastre de Annual'

 
Marian Izaguirre, escritora de notable calidad que ha regalado a los lectores novelas tan interesantes e intensas como Los pasos que nos separan, La vida cuando era nuestra o El león dormido, pasó por el ciclo de conferencias ‘El Episcopio presenta…’ para hablar al público precisamente de la reedición de esta última novela, una apuesta por ‘reescribir’ la obra con la que ganó el Premio Ciudad de Salamanca que explicó que «más que sólo una reedición es una revisión». Volver a publicar una obra anterior, explicó, «significa echarle una nueva mirada, algo que exige adaptar el texto a la persona que soy ahora y a la mirada que tengo ahora, y eso es lo que hice, revisar la novela, cambiar no la historia fundamental, porque una vez que tiene su cuerpo no hay manera de cambiarlo, y llevar a cabo no solamente una labor de estilo y de pulir sino también hacer visibles cosas que no habían aparecido en la primera parte. Por ejemplo, en la primera parte suprimí unos diarios que he aportado al final, porque los lectores y la historia lo pedían, y en aquel momento la ocultación era una fórmula que elegí pero ahora he pensado que era mejor hacerlos visibles».
Consciente de que «a la gente no le suele gustar leer dos veces la misma cosa, aunque en este caso he disfrutado muchísimo haciéndolo», Marian Izaguirre comentó que «El león dormido nuevo es básicamente la misma historia que el anterior, no vamos a engañar a nadie, no es una novela nueva, pero es otra mirada; a mí lo que me resulta muy divertido es leer las dos versiones, y creo que a algunos lectores míos les ha ocurrido lo mismo». 
Conocedora de que sobre el ‘Desastre de Annual’, una batalla que causó un gran quebranto al ejército español en 1921, con miles de bajas y un fortísimo golpe a su moral y a su fuerza en el norte de África, había «una literatura de mucha calidad pero toda vista desde el punto de vista o desde un soldado del ejército español o la propia visión de los españoles ante el conflicto», lo que «yo quise hacer fue abrir una rendija en la puerta para ver el otro lado, para ver qué ocurría con los rifeños, con los civiles (que fueron una parte importante en esa guerra), y había una interesante historia bonita sobre unos prisioneros civiles que cogieron en las minas y a lo largo de varios poblados, con los que la gente de Abd El-Krim negoció un rescate, y a esos prisioneros civiles quise darles en esta historia la voz que nunca habían tenido».
Entra también la novelista en «las explicaciones de este episodio histórico fascinante, y también en por qué se llegó a ese fracaso», algo en principio de entender porque «había en teoría un ejército perfectamente armado, que había tenido colonias y dos guerras muy recientes, un ejército entrenado y formado que lucha contra unos cuantos aldeanos que dejaban la guerra para irse a atender las cosechas cuando llegaba la temporada, que además no tenían armas, y de repente llega esa gran derrota. Creo que la gente necesita una explicación, y hay muchas sobre ello».
 
conmoción. Sobre las explicaciones del motivo de aquella inesperada, apabullante y deshonrosa derrota, que causó una enorme conmoción en España, dijo Marian Izaguirre que tras una larga investigación, porque «yo misma necesitaba las explicaciones que luego en la novela están como telón de fondo de la historia principal», descubrió que «Abd El-Krim ofrecía concesiones mineras a empresarios españoles, alemanes y holandeses, digamos que un poco fabuladas, y a cambio de eso intentaba conseguir apoyos. Y ese es precisamente el vínculo con el que la novela desarrolla un poco la explicación histórica de por qué llegaron a lo que llegaron».
En sus investigaciones para crear el marco histórico de la novela, su autora descubrió que «el Ejército español en Marruecos tenía pies de barro a consecuencia de la corrupción, ya que iba desde el escalafón más alto hasta el más bajo, incluso  el cabo de cocina cobraba su parte». Por eso, añadió, «cuando se quiso saber cuántos soldados habían muerto la cifra era escalofriante porque los desaparecidos eran más que los aparecidos; empezaron las fábulas y se habló de soldados que habían huido, que andaban por ahí perdidos en Marruecos, pero nada de eso era cierto. Lo que ocurría era una cosa muy sencilla: que se presupuestaba la intendencia para 16.000 soldados pero realmente había 9.000, y cuando quisieron hacer las cuentas no les salían porque la mitad estaban desaparecidos debido a que era un ejército sobre el papel, no real».