«Santa Teresa empleó el humor como fórmula para superar sus padecimientos»

David Casillas
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El escritor Juan Manuel de Prada presentó ayer en Ávila la novela 'El castillo de diamante', en la que narra el enfrentamiento que existió entre la mística abulense y Ana de Mendoza

Llegamos al cierre de la celebración del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, tiempo de término para el que se han guardado algunas de las guindas del enorme y variopinto pastel que a lo largo de varios meses se ha ido sirviendo sin descanso en la ciudad que vio nacer a tan gran mujer, y una de esas delicias postreras fue la presentación el jueves de la última novela del escritor Juan Manuel de Prada, El castillo de diamante (Espasa), una obra en la que sirviéndose de la ficción con ese excelente dominio que lleva demostrando muchos años levanta un monumento literario que tiene como protagonistas a la simpar mística abulense y a una de sus ‘enemigas’ más acérrimas, Ana de Mendoza, otra gran mujer que eligió unos derroteros muy diferentes a los de la reformadora del Carmelo para desarrollar su gran valía personal e intelectual.

Acompañaron a De Prada en este acto cultural celebrado en el Palacio de Superunda, cita que también tuvo algo de social, el diputado en Cortes abulense José Ramón García Hernández –que ejerció con tino de presentador–, el catedrático Gonzalo Santonja, el filósofo Miguel Ayuso y Giovanni Maria Vian,  director de L’Osservatore Romano, ante los cuales se extendió un numeroso público entre el cual se encontraban el alcalde de Ávila, José Luis Rivas; el presidente de la Diputación, Jesús Manuel Sánchez Cabrera; la subdelegada del Gobierno, María Ángeles Ortega; y el obispo de Ávila, Jesús García Burillo.

Explicó Juan Manuel de Prada que en esta novela «la Historia da el esqueleto de la narración, las disensiones que tuvieron santa Teresa y la princesa de Éboli, pero por lo poco que sabemos quedan muchas lagunas, no sabemos cómo se conocieron, no sabemos cuáles eran las causas de sus rencillas, y a partir de ahí el novelista tiene que crear un mundo propio, con unos personajes que den vida a ese conflicto, de tal manera que al final la fabulación se impone sobre la Historia, como es obligación en una novela».

Añadió el novelista que «a mí me interesaban estas dos mujeres de carácter complejo por su personalidad tan fuerte, dos mujeres además que sabían perfectamente lo que querían y que además querían cosas diversas, y me gustaba también tratar de explicar cómo  una mujer en aquella época podía afrontar las responsabilidades o los retos que afrontaron. Por otra parte me interesaba también mucho el retrato de la época, un tiempo del que tenemos quizás ideas demasiado tópicas, porque fue una época no oscura sino luminosa; de hecho, si estas dos mujeres florecen en esta época y no en otra es precisamente porque es una época que les deja posibilidades de lucirse».

Ahora, reflexionó De Prada, «no hubiesen tenido esas posibilidades porque vivimos en un mundo mucho más tópico, porque eso que llaman globalizado en el fondo lo que quiere decir es homogeneizado, donde las mujeres con ideas propias, como eran ellas, lo tendrían más crudo, tendrían que apuntarse al feminismo o a cualquier ideología en boga para poder no triunfar sino simplemente sumarse a la corrección política del momento. A ellas lo que les distingue es que son mujeres que van por libre, y nuestra época es muy gregaria y no permite que personalidades así florezcan».

activismo. A la hora de crear el personaje de santa Teresa, finalizó el novelista, «lo más complejo fue esa difícil conciliación entre su activismo y su misticismo, la mujer que está en coloquio con Dios con la mujer que está todo el día en los caminos, dispuesta a fundar conventos en los parajes más alejados, pero poco a poco me fui dando cuenta de que no eran cosas contradictorias sino que una faceta complementaba la otra..., junto con el sentido del humor, que es un rasgo específico y muy evidente de su carácter y que creo que fue también la fórmula que empleó para poder soportar los padecimientos que sufrió a lo largo de su vida».

Antes de su intervención, hablaron de Juan de Prada y de su última novela las cuatro personas que le acompañaron a la mesa, destacando todos ellos la excelencia de El castillo de diamante. Gonzalo Santonja defendió que es «esta novela de novelas» es «literariamente es un prodigio» que consigue que «el lector vea a Teresa»; Miguel Ayuso afirmó que era una obra «extraordinaria» llena de «agudeza, sutileza, candor y densidad teológica»; Vian recomendó la lectura de este libro «magnífico», y José Ramón García habló de una «novela imprescindible que habla de lo único que de verdad nos puede interesar, si somos de Dios o de los hombres».