«El Rey se jugó su cargo cuando eligió como presidente a Suárez»

David Casillas
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Entrevista a Rafael Ansón, autor del libro 'El año mágico de Adolfo Suárez'

Rafael Ansón, director general de Radio Televisión Española entre julio de 1976 y noviembre de 1997 (meses en los que apostó decididamente por la apertura de ese medio a los nuevos tiempos que se abrían en España), ha publicado recientemente El año mágico de Adolfo Suárez. Un rey y un presidente ante las cámaras. Julio de 1976 - junio de 1977 (La Esfera de los libros), trabajo en el que cuenta cómo discurrió en esencia el intenso año en el que nuestro país, de la mano de un presidente de Gobierno abulense «de valor singular» y de un Rey «valiente», apoyados por algunos grandes personajes de la época y entorpecidos por unos actores secundarios que sumaron muchos efectivos, apostó por la democracia y ganó.

El también presidente de la Real Academia de Gastronomía explica que ha escrito esta revisión histórica «por razones de justicia con sus dos grandes protagonistas, el Rey y Adolfo Suárez, y con el papel que tuvo la televisión en aquel momento, la importancia que tuvieron los profesionales que trabajaron durante aquel año y que de alguna manera hicieron posible que el mensaje que emanaba del Rey y del presidente llegara al pueblo». Pero, aclara, «el gran protagonista de la Transición fue el pueblo español, ya que en sólo un año pasó de ser más o menos franquista a ser demócrata».

Han pasado casi 40 años desde que ocurrieron los hechos que narra, ¿por qué ha esperado tanto?

Yo pensé que lo escribiría el presidente Adolfo Suárez, y cuando vi en los últimos años que por razones de salud no podría hacerlo pensé que había que respetar un poco su memoria. Además, nunca me ha gustado ser protagonista, y también pensé que aparecerían algunos libros positivos, pero cuando vi algunos de los que fueron apareciendo, que daban la sensación de que él estaba peleado con el Rey, tomé la decisión de que tenía que escribir mi versión, vista detrás de las cámaras. Y yo diría que todo pasó por Televisión Española y Radio Nacional, porque no había más televisión que esa, en la que el telediario de Eduardo Sotillos lo veían 22 millones de personas, y había radio privada pero tenía que conectar con el parte de Radio nacional para dar información. Nada de lo que se hizo en aquel tiempo dejó de pasar por esas cámaras y esos micrófonos, y por eso he titulado mi libro así.

¿También ha querido desmentir alguna inexactitud histórica?

Yo creo que en gran medida lo que hay es una especie de ausencia en la mayoría de los libros que se han publicado, porque realmente durante ese año el protagonismo lo tuvieron esas dos personas y pocas más, como Felipe o Carrillo. La gente que entra en la política española a partir de que acaba la Transición, en junio del 1977, no hace referencia a ese periodo anterior porque en él no tuvieron protagonismo ninguno. Por ejemplo, con Paco Fernández Ordóñez o Joaquín Garrigues durante el año mágico nunca tuve contacto, hasta que hubo que preparar las listas para las elecciones del 15 de junio.

¿Cuenta más que lo que calla o calla más que lo que cuenta?

Si callo algo, son fundamentalmente las cosas de las que yo tenía conocimiento por mi relación personal con el presidente, y de eso no tengo que contar nada. Yo quiero dejar bien claro que todo lo que cuento me enteré de ello en función de mi cargo de director general de Radio Televisión, y luego apareció en los telediarios o en las noticias de Radio nacional, y por tanto eso sí es contable; yo sé exactamente quién era la gente que Adolfo Suárez quería que saliera en televisión, la gente a la que daba importancia, la gente que me pedía que entrevistáramos, y todo eso es lo que voy contando.

¿Adelántenos algo de lo que sí ha querido contar?

Cuento, entre otras, algo que es verdad y que quizás no se ha destacado lo suficiente: la generosidad del Rey, ya que cuando elige a Adolfo Suárez en julio del 76 se juega su cargo, porque si elige a Fraga o Areilza y le sale mal los quita como hizo con Carlos Arias y no pasa nada; pero si le sale mal la opción de Adolfo Suárez se la juega porque era su apuesta, y en ese caso hubiera tenido que irse. Y por eso es natural que Don Juan mantenga sus derechos dinásticos hasta que se convocan las elecciones del 77, porque si la operación de Adolfo sale mal, y mucha gente, mucha, quería que saliese mal, hubiera quedado la opción de Don Juan. El Rey fue en ese caso de una generosidad y de una intuición aplastante, porque al lado de un Fraga que era profesor de Universidad y diplomático, y que había ocupado muchos cargos de relevancia, él apostó por una persona que yo de verdad creo que fue el único que pudo hacer lo que hizo, lo demostró ganándole las elecciones al marqués de Villaverde en el Consejo Nacional, defendiendo la Ley de Asociaciones en pleno periodo de Carlos Arias y dejando bien claro que, como el Rey, él no traicionaba a nadie, que nos decía siempre que todo lo que se hiciese fuese dentro de la legalidad franquista.

Cuando menciona usted el 23-F dice que fue una intentona golpista «de la que tanto se habla pero de la que tan poco se sabe», ¿qué falta por saber aún?

Digo eso por una razón. Yo explico en el libro los tres golpes de estado que se llevaron a cabo, Alfonso Armada lo intentó dos veces, una primera con Enrique Múgica y con la gente con la que se puso de acuerdo y la segunda cuando entra Tejero y cree que la forma de salvarlo es que él vaya y se ofrezca para ser presidente del Gobierno y salvar la situación. Y había también una trama política y civil para que Adolfo se fuera, pero como todo eso no salió tampoco merece la pena contarlo.

¿Se olvida un poco del papel del cardenal Tarancón en ese tiempo crucial?

No, cuando hablo de los poderes fácticos y explico el papel que jugaron los militares y la Iglesia, dejo claro que sin el cardenal Tarancón tampoco hubiésemos podido hacer la Transición tal y como se hizo, porque él ayudó muchísimo.

Dice también en el libro que antes se podía confiar en los políticos, al menos en Adolfo Suárez, y ahora no, ¿por qué cree que es así?

Lo que quiero decir es que el sector privado ha sido tan importante en las últimas décadas que la mayoría de la gente de un determinado nivel, que en mi época todos hicieron (hicimos) oposiciones para trabajar en la administración, a partir de los años 80 se van allí porque ganan más y corren menos riesgos. Por lo tanto, salvo excepciones, que por supuesto las hay, la gente que se dedica hoy a la política tiene menos preparación, no es que se haya degradado.

¿Tanto ha cambiado?

En mi opinión, la clase política ya no es lo que era antes. En la época anterior, con López Bravo de ministro, tenía de directores generales a gente como Rodolfo Martín Villa o Pepe Lladó, que luego fueron grandes ministros. En la Transición las mejores opciones estaban en la actividad de la política y de la administración. España tuvo la mejor administración del mundo durante un montón de años, sin libertad y por tanto criticable el sistema político, pero la administración tenía una gente fantástica porque todo el mundo de valía en España hacía oposiciones para trabajar e la administración.

Dice también en el libro que en España serían ahora mismo necesarios otros Pactos de la Moncloa, ¿serían posibles?

Es muy difícil, porque para firmar los Pactos de la Moncloa hacía falta una decisión política de hacerlos. Y como digo también en el libro, Suárez tuvo que esperar a que hubiese elecciones para saber quiénes eran de verdad los interlocutores políticos; una vez que se celebran las elecciones y sabe quienes son, convoca a empresarios, sindicatos y etc y todos acuden en ese espacio nuevo de democracia y libertad que se había creado. Efectivamente ahora, por parte de las fuerzas sociales, cabría la posibilidad de un pacto. Lo que hace falta es que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo.

También habla de la Ley D’Hondt, de la que afirma que necesita un recambio.

Bueno, yo creo que la ley electoral tiene varios problemas. Uno, obviamente, es que en aquella época se adjudicaron muchos diputados a Cataluña y al País Vasco precisamente para que esas comunidades territoriales estuvieran en el parlamento, y fue un acierto, porque se consigue que la Constitución se apruebe prácticamente por unanimidad, con diputados de todas partes. Pero a partir de que se aprueba la Constitución eso había que haberlo cambiado, porque no hay por qué beneficiar a unas comunidades o a unas provincias con respecto a otras, y por lo tanto había que haberlo modificado. Yo creo que lo fundamental es hacer una distribución de los diputados en función de los partidos nacionales que se presentan en todo el territorio, y por tanto un partido que sólo se presenta en Cataluña, como Convergencia, no puede con un 4% de votos a nivel de toda España tener más diputados que un partido, como Izquierda Unida, que consigue un 8%, porque eso es lo que ha convertido en bisagras a los partidos nacionalistas. Hay quien pide que se cambie la Constitución quizás sin saber que la Ley electoral es anterior a la Constitución. No hay motivos para cambiar ésta y no la otra; al revés, casi la Constitución exige que se cambie la Ley electoral, que se cambie el sistema de representación en el Senado.

¿Se ha hecho en España justicia a Adolfo Suárez?

Como siempre ocurre en España, se le ha hecho justicia sentimental cuando ha muerto. Se ha dado su nombre al aeropuerto de Madrid, grandes funerales, todo el mundo dice que fue una maravilla… y ahí se queda. Yo creo que la justicia política la ha hecho este libro, porque es que realmente fue un año mágico. Es la primera vez en la Historia que se pasa de una dictadura a una democracia sin problemas, en términos de reforma y no de ruptura, y en eso tuvo un papel decisivo Adolfo Suárez. Que antes y después no fue un genio de la política, pues no, pero en ese año hizo algo absolutamente mágico, y todavía la gente cuando lo conoce casi no lo puede creer, ni aquí ni en otros países. Que muera Franco y que al cabo de un año se pueda hacer un referéndum donde todos los españoles eligen libertad y democracia, con un presidente nombrado a dedo por el Rey de acuerdo con el Consejo del Reino y a propuesta de Torcuato Fernández Miranda, es un milagro hecho por Adolfo Suárez, donde interviene mucho una cosa que se llama televisión. Pero también Carlos Arias controlaba la televisión y no fue capaz de hacer eso.

O sea, que Adolfo Suárez fue la persona adecuada en el momento exacto.

Yo creo realmente que Adolfo Suárez era la persona adecuada, en el lugar adecuado y en el momento adecuado de la Historia, lo cual no quita para decir que cuando fundó CDS y sacó sólo dos diputados se equivocó, o que cuando fue ministro secretario general del Movimiento no fue nada excepcional. Lo que fue es un presidente y un líder político increíble durante un año, ese año mágico.

¿Se perdió definitivamente esa magia?

No. Yo creo que 2015 va a ser otro año mágico, porque se van a producir una serie de situaciones que van a dejar muy sorprendida a la gente, ya que la bolsa de indignación que ahora existe va a bajar. Los españoles lo que quieren solucionar son sus problemas económicos, su sanidad, su educación y su bienestar, y tienen claro que una cosa es estar indignado y querer que las cosas cambien, y otras es querer que cambian a peor.

O sea, ¿que cuando acabe 2015 España va a estar mucho mejor de lo que está ahora?

Sí, mucho mejor, y con unos cambios basados en un diagnóstico real, porque hay  motivos para que la gente esté más o menos indignada, porque está mal y sobre todo porque hay mucha desigualdad y mucha corrupción; pero la solución cuando a uno le duele la cabeza no es cortarse la cabeza, ya que aunque realmente te deje de doler esa decisión es una desgracia. Que para evitar los problemas que en parte se derivan de la democracia y del sistema bipartidista lo que hagamos sea suprimir la democracia sería un error absoluto, estaríamos mucho peor con el chavismo o con un sistema totalitario una vez más que manteniendo la democracia con cambios, y es verdad que hay que cambiar cosas.

¿Los últimos años podrían haber sido mejores?

Rajoy es un presidente que ha tenido una cierta pasividad porque se ha volcado sobre todo en el tema del rescate y en ganar prestigio a nivel internacional, pero que ahora que eso lo ha conseguido va a dedicar todo este año a explicar a la gente que se van a tomar unas medidas que antes no se podían tomar, como reducir los impuestos y aumentar las pensiones, y va a intentar también cambiar un poco la propia estructura del partido. En el tema de la corrupción, que es lo que más indigna a la gente, lo cierto es que no hay tanta, lo que pasa es que el mundo mediático, a veces por razones de audiencia y económicas y otras por razones ideológicas, se ha dedicado prácticamente sólo a ponerla de relieve, y con razón, porque a mi la corrupción me indigna también, pero en España hay algo más que corrupción. Dedicar durante quince días dos horas diarias a las tarjetas negras de Bankia es una idiotez, hay cosas mucho más importantes que contar.

¿También el periodismo debe mirarse críticamente?

El mundo mediático no refleja la España real. Cuando escucho la televisión, especialmente algunas cadenas, da la impresión de que lo que había que hacer es salir corriendo de este país, pero es imposible que todo vaya tan mal. Hay muchas cosas que mejorar pero estamos en una situación en la cual todo el mundo está convencido, igual que ocurrió en la Transición, que hay que cambiar; los dos grandes partidos no pueden dedicarse a decir lo bien que lo están haciendo, no, tienen que cambiar el modelo actual.