TAL y como prometía, el décimo aniversario de Músicos en la Naturaleza se celebró por todo lo alto en Gredos. Ambiente de lujo gracias a los más de 14.000 asistentes, muchos de ellos incondicionales de este paraje y del evento, y un ilustre veterano sobre el escenario, el maestro Mark Knopfler, fueron los ingredientes perfectos para una edición que seguro pasará a las primeras páginas de la historia del festival, esa que poco a poco se va haciendo más grande.
Pasaban unos minutos de las once de la noche cuando el guitarrista, cantante y compositor escocés, leyenda viva de la música contemporánea, volvía a subirse al escenario de Hoyos del Espino (ya lo hizo en 2010) para desplegar ese efectivo cóctel de rock and roll, folk y blues, con ciertas pinceladas de country y sonoridad celta, en que ha ido derivando su impecable trayectoria. Su último trabajo, Tracker, todo un nostálgico rastreo por el tiempo, estuvo presente, pero también se esperaban los temas más conocidos y admirados de su carrera en solitario y de su etapa en la mítica banda Dire Straits, algunos auténticos himnos para varias generaciones.
Con la sierra como telón de fondo, en una noche agradable y acompañado por una potente banda, Knopfler tiró de oficio y talento para intentar conquistar Gredos otra vez.
Su segunda noche en la finca de Mesegosillo la comenzó con Broken Bones, uno de los temas de su producción más reciente, aunque para regocijo del personal abundaron más las letras que forman parte ya de la memoria colectiva y de la historia de la música, más agradecidas para el formato festival.
Un cuidado repertorio, entre baladas, canciones más rítmicas y solos instrumentales, que permitió hacer todo un viaje por distintas décadas de la música y que, según lo anunciado (al cierre de esta edición no había terminado el concierto), iba a incluir las míticas Romeo and Juliet, Sultans of swing, So far away, Your latest trick o Going home (célebre tema de Local Hero), la ración de clásicos que seguro elevó el fervor del público.
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