El fervor que los abulenses procesan al Cristo de Medinaceli se transmitió en la tarde noche de este Miércoles Santo, cuando la procesión de Medinaceli comenzó un recorrido por las zonas más emblemáticas de la ciudad amurallada.

Durante toda la tarde, la lluvia amenazó la devoción procesional. Sin embargo, y tras la indulgencia que le regaló a la procesión de la Estrella, volvió a hacer acto de presencia hasta casi las 20,30 horas. Por esta razón, la Archicofradía de la Real e Ilustre Esclavitud de nuestro Padre Jesús Nazareno Medinaceli se planteaba la posibilidad de suspender la procesión de Medinaceli, con salida de la Catedral. Finalmente, el Amarrado Juvenil, abría la comitiva procesional, una vez que comenzaron a desfilar hermanos y pasos dispuestos a emprender el recorrido previsto. Como bien pronosticaba Emilio Iglesia, presidente de la Archicofradía y también de la Junta de Semana Santa justo antes del comienzo, después de un año de trabajo, tenemos que estar pendientes de l cielo y esperamos poder llegar en condiciones normales y no nos toque correr por el camino». Así fue sin embargo porque, a mitad del recorrido, el cielo volvió a descargar agua, una circunstancia que obligó a los hermanos cofrades a tomar una decisión, la de guarecerse hasta esperar el desenlace. Sobre las 10 de la noche, los siete pasos volvieron a avanzar a través del arco del Carmen, en dirección a la Ronda Vieja, un camino emblemático y emocionante sin duda. San Pedro Llorano abría esta comitiva, seguido del Cristo de Medinaceli, el nazareno del Perdón, Calvario, Virgen del Mayor Dolor, Cristo Yacente y la Virgen de las Lágrimas. Otras bandas acompañaban este recorrido procesional. Procedentes de Medina del Campo hacían sonar sus trompetas, tambores, cajas chinas... en una manifestación de devoción singular.

Desde la plaza de la Catedral, la procesión se encaminó a la calle Tomás Luis de Victoria, plaza de Zurraquín, Mercado Chico, calle Vallespín, calle Ramón y Cajal, plaza de Concepción Arenal, Ronda Vieja, avenida de Portugal, calle San Segundo y de vuelta a la plaza de la Catedral. Sin embargo, hubo sustos en el transcurso del recorrido porque la lluvia seguía amenazando. En cualquier caso, el Martes Santo significa para todos los penitentes participantes en esta procesión, el momento esperado, la pasión hecha vida. «Son momentos que hay que vivirlos para poder sentir lo que se tiene dentro». El seno catedralicio mostraba ese nerviosismo primero que, a pesar de la veteranía de una cofradía como esta, la más numerosa en penitentes; afloraba por los poros y más aún durante itinerario procesional.

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