Minutos después de las doce de la mañana salía Nuestra Señora de las Angustias de la iglesia parroquial de Santo Domingo mientras sonaba el himno nacional interpretado por la Banda Municipal de Música de Arévalo. En el exterior,   cientos de personas asistían con respeto y devoción a ese momento solemne en el que, como cada nueve de febrero, la patrona de Arévalo retorna a sus calles y se reencuentra con sus gentes, muchas llegadas de los pueblos de la comarca.

Pese a que amenazaba lluvia y a que la mañana resultó fría y ventosa, los arevalenses cumplieron con la tradición y acompañaron a la Virgen de las Angustias en procesión.  El fervor que  se profesa en Arévalo y su tierra a esta advocación mariana se remonta tan atrás en el tiempo que la mismísima Isabel la Católica se encomendaba a ella durante los años que pasó allí de niña, una devoción que llevó siempre consigo y mantuvo hasta el fin de sus días.
Adornada con flores y ataviada con manto negro y oro, la imagen realizó el recorrido habitual flanqueada por los patronos de la Archicofradía de Nuestra Señora de las Angustias, que este año ha vivido la fiesta de una forma muy especial al abrir sus puertas a la sociedad arevalense modificando sus estatutos para permitir la entrada de nuevos miembros, de modo que a los doce patronos habituales se han sumado cuarenta y cuatro nuevos, entre ellos mujeres, que hasta la fecha tenían vedada la entrada. Para todos los arevalenses, pero en especial para los nuevos miembros de la archicofradía, esta festividad de Nuestra Señora de las Angustias fue, por tanto, un entrañable día para el recuerdo en el que lucieron con orgullo la medalla que simboliza su pertenencia a la misma.

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