García Burillo: «Se necesita un Papa místico, con mucha energía y mucha fuerza»

E. Rodríguez (ICAL) / ávila
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Si se lee con detención lo que el Papa ha dicho, está clarísimo que se va porque no tiene fuerzas para seguir »

El obispo de Ávila, Jesús García Burillo, cumple diez años al frente de esta diócesis. - Foto: M. Martín (ICAL)

 

García Burillo analiza los cambios que ha experimentado la sociedad en la última década y cómo ha respondido la Iglesia a las nuevas exigencias de los ciudadanos. Reconoce una «recesión en la fe» que atribuye a la abundancia de la que ha gozado la sociedad y defiende que la institución a la que representa ha sido «radical» en asuntos tan delicados como la pederastia.
¿Qué balance hace de sus diez años en Ávila?
Estoy muy agradecido a Dios y a las personas que me han acogido en la diócesis. Ése es el sentimiento más importante, aunque también estoy preocupado por si no he sido capaz de servir a la Iglesia como ella necesitaba en este momento. Por otra parte, me siento esperanzado porque cada día es una etapa nueva.
La sociedad ha cambiado en estos últimos diez años y los ciudadanos cada vez son más exigentes. ¿Cree que la Iglesia ha sabido responder a esa exigencia de transparencia y austeridad?
La Iglesia está afectada por la crisis como el resto de ciudadanos e instituciones. Primero por la situación económica y segundo por su sensibilidad hacia lo social, sensibilidad que se convierte en una entrega de sí mismo y en un compartir los bienes que se visualizan a través de Cáritas. Y a Cáritas la Conferencia Episcopal ha destinado una parte de su presupuesto, seis millones, que podrían ir en beneficio de los sacerdotes. En Ávila invitamos a que la comunidad religiosa donara su extra. La esencia de la posible recuperación económica está en compartir y la Iglesia es pionera en ese sentimiento
¿Le preocupa que Cáritas acabe desbordada?
Cáritas está haciendo un papel extraordinario, pero es limitada y no se le puede pedir lo que no puede dar. Puede atender necesidades elementales de vivir, vestir y comer, pero no se puede hacer cargo de los alquileres o las facturas. No es el Ministerio de Asuntos Sociales y no cabe duda que en este momento está llegando al tope de posibilidades.
¿Cree que la fe también está en crisis o se refuerza en estos tiempos de dificultad?
Es evidente que estamos en una situación de recesión de la fe desde hace décadas y que la práctica religiosa es menor. No obstante, hay grupos que han crecido en fortaleza de la fe y personas que están regresando de un modo de vida donde no encuentran todas sus aspiraciones, por lo que emprenden un nuevo camino que no lleve a la desertización sino al oasis. En la situación económica tan grave actual hay un recurso a la plegaria muy fuerte. Cuando las dificultades son grandes y la carencia de fe es grande, surgen fuerzas movidas por el espíritu que llevan a una consolidación y manifestación mayor de la fe; seguramente a una purificación. Hay una búsqueda y una sed de Dios que aparece especialmente en estos tiempos, como demuestra que las vocaciones sacerdotales aumentaran el año pasado.
¿A qué atribuye esa recesión de la fe?
Es un fenómeno de las sociedades muy adelantadas técnicamente. Cuando lo tenemos todo al alcance de la mano, se apaga el espíritu. Yo creo que se puede vivir una vida de progreso social sin dejar absolutamente para nada la intensidad de la fe, que es un plus para vivir intensamente.
¿No cree que la Iglesia también tiene parte de responsabilidad en esa recesión de la fe después de escándalos como el de ‘Vatileaks’ o los casos de abusos a menores?
El Concilio dice que la Iglesia es santa por naturaleza, pero siempre necesitada de purificación. La Iglesia es un misterio, un acontecimiento sobrenatural, es la presencia de Cristo salvador en sus personas e instituciones, pero está compuesta por humanos y donde hay una persona humana, el pecado es posible. También es cierto que aunque los casos son reales, en muchas ocasiones han sido magnificados por ciertos medios de comunicación. Creo que el Papa ha sido muy radical en la toma de decisiones sobre las personas afectadas por esos casos y que la Iglesia ha pedido perdón. La actitud, tanto de este pontificado como el de Juan Pablo II, ha sido de reconocimiento de la verdad.
¿Cuál es su tesis sobre la marcha de Benedicto XVI?
Si se lee con detención lo que él ha dicho, está clarísimo: no tiene fuerzas para seguir adelante. Se necesitan fuerzas grandes para resolver los retos que la Iglesia tiene en estos momentos y él dijo carecer de ellas. Se podían haber tomado otras determinaciones, como Juan Pablo II, que ofreció a la Iglesia su incapacidad y su sufrimiento, pero Benedicto XVI ha reconocido no encontrarse en condiciones físicas ni espirituales para afrontar esta situación. No puede hablarlo con más claridad. Claro que ha habido interpretaciones, suposiciones de algunos medios, pero la realidad es la que el Papa ha dado.
¿Qué cualidades debe tener el nuevo Papa?
Ser un hombre muy de Dios, que ponga el centro de su pastoral en lo que le falta a la sociedad en este momento. La sociedad pierde fuerza en la fe y él debe ser capaz de orientarla. En el Año de la Fe se necesita a un místico, como me parece que lo han sido los dos anteriores, con mucha energía y mucha fuerza porque el ministerio petrino es muy difícil.
¿Con la marcha de Benedicto XVI ha vuelto a aflorar esa imagen oscura del Vaticano?
Pero, ¿ésa es la imagen real o la imagen que se da? ¿Responde a la realidad o es el montaje de algunos medios? Es natural que en un equipo haya criterios diferentes, pero eso no es sinónimo de luchas intestinas porque yo no las he visto jamás. Esas intrigas son un morbo que es necesario alimentar para determinados sectores de los medios y nada tienen que ver con la realidad. No conozco institución donde haya más respeto, más amor y más colaboración en lo esencial. La Iglesia es una institución muy sólida desde el punto de vista humano, social y afectivo, con las limitaciones que el ser humano tiene.