La lucha continúa

Isabel Rubio
-

31 niños de Ávila, que tienen entre 13 meses y 14 años, han sido diagnosticados de diabetes de tipo 1 desde 2004 • Una dieta adecuada y la práctica de ejercicio físico de forma regular son los hábitos que deben seguir quienes padecen la enfermedad

Control de diabetes. - Foto: David Castro

Ya me lo esperaba, lo que no sabía era que año me iba a tocar». Así explica Salah Kouss, un joven abulense de 22 años, su reacción cuando se enteró de que tenía diabetes de tipo 1 hace cuatro años. Debido a que varios de sus familiares, como su padre, su abuela o su abuelo, sufrían la enfermedad, se realizaba análisis anuales. Cuando a través de estas pruebas descubrieron que él también la padecía, la noticia no le pilló por sorpresa ya que además confiesa que «nunca había tenido los niveles de azúcar completamente bien». Aunque considera que «dentro de las enfermedades que no son mortales, es de por vida, no se cura y a medida que vas creciendo te va restringiendo más cosas», reconoce que «realmente si te lo cuidas, tu vida no cambia demasiado».

La diabetes de tipo 1 es una enfermedad autoinmune en la que existe una destrucción de las células del páncreas encargadas de sintetizar la insulina. La doctora del hospital Nuestra Señora de Sonsoles, Sara María Rupérez Peña, explica que a pesar de que su causa es desconocida, «existen factores genéticos y ambientales que ponen en marcha una susceptibilidad». Esta enfermedad se detecta debido a que los niños que la padecen «tienen una sed excesiva, pierden peso, orinan mucho, están muy cansados y, en algunos casos, pierden el apetito». La doctora explica que esto le ha ocurrido a 31 niños de Ávila, que desde 2005 hasta abril de 2014, siendo en el 2011 y en el 2013 cuando más de ellos fueron diagnosticados. Entre ellos, que tienen entre 13 meses y 14 años, están Israel Castro, que tiene 10 años, y C.J.G., una niña de 13 años. La doctora asegura que «la primera reacción de la familia es el rechazo, negarse al diagnóstico y a pensar que es una enfermedad crónica». Lo que es necesario que tengan en cuenta es que «cuanto antes lo acepten, más van a ayudar a sus hijos».

RESPONSABILIDAD Y VALENTÍA. En el caso de C.J.G., su padre, Javier Jiménez, declara que cuando se enteraron, su primera reacción fue «un disgusto soberano», ya que «no deseas eso a nadie y menos a tu propia hija». Ella es celiaca por lo que se realizaba analíticas para controlar su salud. A pesar de que en un principio no desarrolló ningún síntoma, cuando tenía 12 años, una analítica general desveló que «tenía la glucosa altísima». A partir de ese momento, que Jiménez describe como una «situación extraña», su vida cambió y ella se lo tomó de la mejor manera posible, «se mentalizó desde el primer momento». Estuvo ingresada unos días en el hospital «para aprender las técnicas» y muestra de su valor es que «al segundo día ella misma se ponía la insulina».

 

Lea la noticia ampliada en la edición impresa