Con tono burlesco

Ana Agustín
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La compañía de teatro Corsario puso en escena 'Clásicos Cómicos', una serie de cinco entremeses que consiguieron las risas de la platea

Con tono burlesco

La sexta entrega de la XXVII Muestra de Teatro ‘Ciudad de Ávila’, organizada por el Ayuntamiento, llenó de risas el patio de butacas del Centro Lienzo Norte este martes. En esta ocasión, la compañía de teatro Corsario, de Valladolid, puso en escena ‘Clásicos Cómicos’, una selección de cinco entremeses de burlas que fueron muy bien acogidos por el numeroso público asistente a la función teatral.

Bajo la dirección de Jesús Peña, un elenco de siete actores dieron vida a numerosos personajes grotescos y bien construidos y ambientados en el Siglo de Oro. Con un decorado muy sobrio compuesto por unos paneles móviles que planteaban las diferentes escenas, divertidas situaciones con esposas desquiciadas, amantes intrépidos y maridos burlados fueron sucediéndose. El primero de los entremeses, ‘Los locos’ de guión anónimo, buena cuenta daba de ello. Una pequeña canción final conseguía la escena última en la que los personajes conformaban una imagen fija y cerraban un argumento al que seguía otro tras una pequeña explicación narrada por alguno de los actores. Luis Miguel García, Carlos Pinedo, Blanca Izquierdo, Anahí van del Blick, Julio Lázaro, Borja Semprún y Teresa Lázaro daban vida a curiosos y estrambóticos personajes. El punto de vista de cada uno de los argumentos planteados era el de las mujeres, sometidas durante siglos a una sociedad machista que, sin embargo, en todos y cada uno de los entremeses planteados daban cuenta de una gran personalidad y fueron las que mandaban en los diferentes argumentos. ‘El niño de la Rollona’ (Francisco de Avellaneda), ‘Guardadme las espaldas’ (Calderón de la Barca), ‘Los muertos vivos’ (Luis Quiñones de Benavente) o ‘Los toros de Alcalá’ (Juan de la Hoz y Mota) fueron los títulos de las pequeñas historias sobre las que los actores de Corsario desarrollaron una muy particular puesta en escena. El público se dejó llevar por el ambiente burlesco de la época que se hacía más patente gracias a   un vestuario muy cuidado.

Cada uno de los entremeses, con una duración aproximada de unos 15 minutos, fueron muy bien hilados consiguiendo una continuidad sólo interrumpida por los aplausos de los espectadores que no abandonaron el patio de butacas sin una sonrisa en la cara.