Octava entrega de la XXVII Muestra de Teatro ‘Ciudad de Ávila’ con una obra, Kathie y el hipopótamo’, de Mario Vargas Llosa, que además de ser una comedia divertida, nos ofrece una reflexión sobre las fronteras, muchas veces casi imperceptibles, entre la realidad y la ficción.

Una función dirigida con elegancia por Magüi Mira, que deja todo en manos de un gran texto del Nobel de Literatura y del buen hacer de los intérpretes, con una escenografía reducida a la mínima expresión. Y es que Ana Belén, que interpreta a Kathie, además de deleitar al espectador abulense con su torrente de voz en varios compases musicales introducidos en la escena y acompañados al piano por su hijo, David San José, ofrece una gran interpretación en un papel que parece hecho a su medida. Y junto a ella Ernesto Arias, que se muestra seductor y divertido en el papel de Santiago Zavala, el metafórico hipopótamo.

En cuanto al guión, a la altura de su autor, nos muestra a Kathie, una mujer de la alta sociedad limeña, que se cita en una habitación con un profesor universitario, Santiago Zavala, para que plasme en un papel sus viajes por Asia y África. Y es que la protagonista parece encontrarse en un momento de su vida en el que necesita la literatura como una tabla de salvación contra el fracaso de su vida.

Durante esas sesiones de trabajo ambos van desgranando sus vidas, la de verdad y la de mentira, lo que han sido y lo que hubieran querido ser, a través de la memoria, el deseo, la fantasía o incluso el azar. Ella, con un pasado de pretendientes que dejó atrás por casarse con Johny Darling (Jorge Basanta), un mujeriego empedernido, y él, con una esposa asfixiante a la que da vida Eva Rufo, que no da lugar a esa utopía de la que presume. En suma, un juego que conduce tanto al público como a los propios actores por esos caminos del sueño, la apariencia, el deseo, la compañía y la necesidad de huir.