«El arte es un dios confiable»

AGENCIAS
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Entrevista a Andrés Calamaro

 
Se define como «un músico de rock iconoclasta» y así lo deja claro en Paracaídas y vueltas, una suerte de diarios íntimos con los que el artista argentino Andrés Calamaro acaba de debutar en las librerías, recopilando desde impresiones musicales a poemas, artículos de opinión, letras inéditas y fotografías de su álbum personal. 
Tras un ajetreado 2014 sobre los escenarios y el reciente lanzamiento de su último disco, Hijos del pueblo, que recoge su gira conjunta con Enrique Bunbury, el cantante ha decidido compartir ahora con sus fans los momentos, personas y lugares que marcaron su trayectoria profesional. Así, el exintegrante de Los abuelos de la nada y Los Rodríguez habla de su necesidad de cantar, sus referentes musicales, su conocida defensa de la Fiesta Nacional o qué opinión le merece su compatriota el Papa Francisco. 
Paracaídas y vueltas reúne muchos textos que redactó hace años. ¿Qué le ha llevado a publicarlos precisamente ahora?
También incluye otros recientes que no podría publicar antes porque -entonces- eran páginas en blanco. Después de las idas y vueltas que casi todos los proyectos tienen, estaba preparado para asumir un compromiso editorial, seguir escribiendo y corregir. Pensarlo más era hacerlo demasiado.
Se ha decantado por un formato muy ecléctico, distinto al de las memorias al uso. ¿Por qué? 
No era mi intención escribir confesiones escandalosas para demostrar la intensidad de mis batallas ni mis memorias de happening rockero. Presumo de olvidos. Nadie debería contar mi vida, ni siquiera yo mismo. 
«Llegué para formar parte de algo colectivo», escribe sobre la movida madrileña de los 80. ¿Qué recuerdos tiene de aquella etapa? 
En los 80 era un viajero no frecuente; llegué en los 90 (una época menos valorada por la historia pop) y me encontré con supervivientes de aquellas movidas. Malasaña todavía era un barrio bohemio de anarquistas y motocicletas. 
En Incorrecciones recoge un texto sobre el Pontífice Francisco, al que califica como el «JFK de los Papas». Desde que lo escribió ha pasado un año, ¿qué opinión le merece ahora el Santo Padre? 
El Papa tiene muy buena cintura. No tengo relaciones carnales con el Vaticano ni con el Credo. Tampoco me consta que la comparación con JFK sea del agrado de todos. Son dos de los católicos que más simpatías han despertado en los últimos 20 siglos... y monedas. 
«Siempre estoy descubriendo y aprendiendo del toro», cuenta en uno de los capítulos que dedica a la tauromaquia. ¿A qué se refiere con esto? 
Fuera de la tauromaquia y el flamenco, todo parece superfluo y frívolo. En estos términos, todo el tiempo estoy descubriendo. Soy un isleño, un extranjero. La liturgia tiene muchos detalles para ver y aprender a sentir. Y es que, el arte es un dios confiable. 
Entre sus iconoclásicos, habla de Hendrix, Dylan, Elvis, los Stones y Gardel. ¿En qué medida los considera referentes y por qué? 
Son reseñas de libertad y gloria humana. Artistas eternos de la Historia de la música. 
«Escribo canciones porque necesito cantarlas y sin letra (con melodía) no tendría nada para contar». ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración, tanto a nivel textual como rítmico? 
Soy de la idea de que los temas no necesitan contarse ni explicarse, pero sí cantarse, porque es inevitable. Alguien tiene que hacerlo. Pero mis fuentes son absolutamente confidenciales. 
Su música ha calado en varias generaciones y, sin embargo, rehuye de la etiqueta de cantautor. ¿Qué le molesta del término? 
No soy especialista en canciones, soy un músico de rock iconoclasta. No me molesta el término, pero tampoco me corresponde. Escribí buenos temas aunque, eso sí, sometidos a tratamientos inconfesables. Puedo pasarme años sin tener uno nuevo. No es un mérito, pero tampoco me desespera la aparición del próximo. 
 Acaba de salir a la venta Hijos del pueblo (con Enrique Bunbury), y este verano volverá a subirse a un escenario junto a Dylan en San Sebastián... Mientras tanto, ¿en qué está ahora Calamaro? 
Publicar un libro y estrenar un disco -en una misma semana- es un estado formidable. Se me ocurren mejores cosas, pero dentro del ámbito de la estricta intimidad. Quiero estar donde hay que hacerlo (vomitando mi opinión).