Ni una buena EPA anima al Gobierno

Antonio Pérez Henares
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Pese a los buenos datos del desempleo, la bandera del Ejecutivo, los casos de corrupción podrían lastrar al PP

Ni una buena EPA anima al Gobierno

Estos días al Gobierno, ¿quién lo iba a decir?, solo le consuela la economía. Pero lo que pensaban, la verdad es que lo pensábamos todos, que era la piedra de toque, el bálsamo de todos sus males y la llave de las próximas elecciones, mejor que lo repiensen, porque con ello no les vale. O cogen la senda de la regeneración y que los españoles, o al menos buena parte de sus votantes, se lo crean, o no los libra nadie de la debacle. Del castigo, en mayor o menor grado, no va a librarlos ni la caridad.

Porque la EPA ha sido buena. Solo había que ver las caras de los economistas zapateriles de guardia por los programas, ahora convertidos en púlpitos de la agitación, en muchos casos con peligrosos ribetes extremistas. Uno, en su económica ignorancia, hasta se permitió el día antes de su salida espetárselo al cerebro del Plan E, José Carlos Díez: «Me parece que la EPA va a ser buena porque ya estas descalificándola y poniéndote la venda antes que la herida». Se enfadó mucho y me insultó en twitter. A los 300 profetas del Apocalipsis y el rescate, que jaleaban a ZP cuando galopaba alegre hacia el abismo, la única EPA que les ha gustado recientemente fue la de enero, que por estacionalidad y aunque apuntaba bien, les permitía augurar las peores catástrofes por venir. Que, de todas formas, siguen proclamando a todas horas.

Pero, en esta ocasión, tenían poco a lo que agarrarse y es que era, de verdad, buena. Aunque aquí no será para estar alegre ninguna hasta que no vuelva a haber 20 millones de ocupados y el paro baje, como poco, de los tres millones. Pero que se haya superado la cifra de los 17,5 millones trabajando, que el paro baje de los 5,5 millones, que tengamos en lo que va de año 274.000 ocupados más y 511.000 parados menos es bastante mejor que si fuera al revés. Que el desempleo se haya reducido en el trimestre casi en 200.000 personas, el doble que el año pasado en ese mismo tramo y que el número de ocupados haya subido en 150.000 es para esbozar una mínima sonrisa. Leve y breve. Por los que han encontrado trabajo. Pero, para de inmediato pensar en esos largos millones que no lo tienen y, sobre todo, en esos 1,7 de hogares cuyos miembros están todos en el paro. Esa es la losa, la prueba del nueve, la verdad bajo todos los discursos. Los de Rajoy sí, pero también los de Pedro Sánchez. Porque del uno ya se exigen resultados, pero del otro tienen que comprender que con soltar soflamas y con la mochila que nos dejó su partido y su Gobierno, no se recupera credibilidad ni confianza. Y seguir negando la evidencia de un crecimiento, otro 0,5 se adelanta en el PIB de estos últimos tres meses, resulta incluso estúpido. Igual que lo fue negar la crisis

Pero decía y reitero que solo con la economía no vale. O hay limpieza, pero a fondo, sin contemplaciones, dragado de las acequias y desinfección de las cañerías y empieza a oler a limpio o la ola de porquería y pestilencia se los lleva por delante a todos. Lo de las tarjetas negras ha sido la encarnación exacta, obscena, de la casta, de lo que ha sido durante lustros un saqueo impune, el reparto de un pastel entre todos, cada uno en su alicuota parte, el primer partido, el segundo, el tercero y los otros, junto a empresarios sindicados y sindicalistas de puño en alto y ansiosos bolsillos. Un repulsivo festín que ha dejado en evidencia la codicia y el desafuero que llevó a través de ruinosas operaciones delirantes, faraónicas, estafadoras o todo junto a la ruina de la que hubo de rescatarlas para que no perdieran millones de españoles sus ahorros. Y deben por ello responder todos, da igual quiénes fueran y cómo se llamen ni lo que significaron. Rato, Serra, Blesa, Moltó como póquer de ases sonoros, pero detrás a cientos si no a miles. No pueden quedar impunes, no podemos tener la sensación de que los suyos les protegen. Deben de ser, precisamente, quienes soportan hoy unas siglas los que, si no quieren quedar sepultados bajo ellas, los expulsen y los condenen sin excusas. Porque no fueron errores, fue simple y puramente saqueo y codicia.

Pero no solo las cajas. Están los ERE y la Gürtel y los Pujoles & Cia. Y toda España con la sensación de ser una inmensa cloaca. Puede que las imputaciones últimas a Acebes y Molina, tengan poca substancia y no se sostengan en pruebas.

Podredumbre. De hecho, a uno le parecen que la primera es por los pelos y la segunda ni por los pelos se sostiene (la adjudicación en Toledo cumple todo requisito y legalidad y está más que probado en dictámenes e investigaciones. Y de haber alguna irregularidad puede ser hasta posterior y apuntar a quien ahora no parece). Pero es que esa no es la cuestión. Que al final se queden en agua de borrajas judiciales es menos trascendente que la cruel evidencia de otras artes, y malas, en la financiación de los partidos, y del PP en este caso. Lo que parece y hiede, aunque no hubiera causa efecto o no se pueda probar, es que la sentina del PP estuvo más que llena de basura y que no hay manera de sellarla y que solo cabe una operación con lejía a chorros y esa reacción fulminante es la que se le echa en falta al presidente que lo es también de su partido. Lo mismo que sucede con los socialistas en Andalucía. Porque ya puede predicar Sánchez lo que quiera que mientras no se traduzca en hechos en los ERE quien se lo crea no es que sea ingenuo, es un iluso, que es la antesala de lo idiota.

De lo de Cataluña y los Pujol ya ni se cuenta. Eso ya era clan al completo, envuelta la familia, la natural y la política, en la bandera. No ha hecho sino empezar y lo único que se desea es que como en los anteriores casos no se eternice y acabemos en esta sensación de impotencia, de continuo día de la marmota.

Que esa es otra. Que, por favor, que ya es hora, que los señores jueces culminen, que sienten a quien haya de sentar en los banquillos, que los juzguen y que sintamos de una vez lo que ahora no podemos sentir, que nuestra justicia funciona. Porque esta podredumbre dando vueltas y más vueltas, girando y regirando sobre nuestras cabezas, a cada hora, a cada día, a cada semana, cada año, creciendo hasta las estrellas la inmensa montaña de mierda y sin que vaya a empezar siquiera a comenzar a despejarse y ya no hay español que la aguante. Con la excepción quizás de quienes hacen discursos en los parlamentos. Pero ninguno, y digo ninguno, da igual edad y condición, de los que hablamos y andamos por la calle.