Larga marcha hacia la vida

David Casillas
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El abulense Albino Garrido, que huyó de España en 1939 tras ser condenado a muerte, narra a sus 93 años de edad la odisea que le llevó desde el campo de concentración de Castuera hasta la vida, primero, y la libertad, después, en Francia

Albino Garrido cultivando un campo en Francia.

A sus 93 años de edad, dueño de una magnífica memoria y consciente de que la suya ha sido una trayectoria vital que tiene todos los ingredientes necesarios para convertirse en un historia que le trasciende a él como protagonista y se hace de interés general para ese enorme recuerdo compartido que es la Historia con mayúsculas, el abulense Albino Garrido ha publicado en Francia un libro en el que resume y comparte los detalles de Una larga marcha (ese es el título del volumen) que lo llevó muy lejos de su tierra por voluntad ajena.

Porque lo que Albino Garrido, natural de la localidad de Tornadizos de Ávila, cuenta en ese libro, titulado Une longue marche. De la represión franquiste aux camps français (Éditions Privat), es la odisea que vivió durante los años de la guerra civil española, su paso por varios campos de concentración de nuestro país y de Francia y algunos momentos de durísima intensidad, como una escapada in extremis cuando estaba condenado a muerte. Sufrió la guerra civil en España y luego la segunda guerra mundial en Francia, dos conflictos a los que sobrevivió a cambio de dejarle una profunda huella en el alma.

Portada de 'Une longe marche' de Albino Garrido.Portada de 'Une longe marche' de Albino Garrido. Cuenta Albino en este libro, cuya traducción al español es una posibilidad que ya se está barajando, que nació en febrero de 1919 y fue el hijo mayor de una familia humilde, por lo que desde muy joven tuvo que trabajar duro. En la guerra civil se unió al bando republicano y entró a formar parte del grupo de milicianos de la columna del célebre teniente coronel Mangada, encargada de defender la legitimidad de la República en las provincias de Ávila y Madrid, pasando luego por la 34 Brigada Mixta de El Escorial, por el cuerpo de aviación y por el servicio de Investigación Militar de la 41 división de Herrera del Duque (Badajoz).

Pero lo peor vino para él, paradójicamente, cuando acabó la guerra. Fue apresado e ingresado en el campo de concentración del pantano de Cíjara (Cáceres), desde donde fue trasladado el 1 de mayo de 1939 al de Castuera (Badajoz), donde fue condenado a muerte junto a otros 29 presos. Salvó su vida el 7 de junio, cuando el nuevo comandante del campo de concentración, el capitán Antonio Valverde, se opuso a la saca preparada por los falangistas.

Medio año después, al anochecer del 4 de enero de 1940, Albino consiguió huir junto a otros cinco compañeros, iniciando esa ‘longue marche’ que le llevó a atravesar todo el país con la vista puesta en llegar vivo a Francia.

Con muchas dificultades consiguieron llegar a los Pirineos, gracias entre otras cosas a que disponían de un libro de geografía que, por casualidad, le había dado a Albino un capitán de la 66 Brigada Mixta, también recluso en Castuera, que era natural de Arenas de San Pedro, un hombre del que no recuerda el nombre. Con la ayuda de ese mapa y la orientación que cuando el cielo estaba despejado les ofrecía la estrella Polar consiguieron caminar por tierras desconocidas hasta que llegaron a Francia cruzando la frontera por la zona de Canfranc, en la provincia de Huesca. Atravesaron aquella meta el 22 de marzo del 1940, después de 79 días de marcha durante los cuales se movieron casi siempre de noche.

Consiguió traspasar la frontera y entrar en el país vecino, pero también allí, libre de la pena de muerte que pesaba sobre él en su país, hubo de esperar al futuro pasando antes por dos campos de concentración, los de Gurs y Argelès sur Mer, evidentemente menos peligrosos que los que había dejado atrás en Extremadura.

Allí ingresó en los denominados Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE) y fue pasando de un grupo a otro para garantizarse la vida, un bien poco seguro en aquellos violentos años, hasta que en julio de 1943 se trasladó a Royan y allí conoció el final de la segunda guerra mundial, momento a partir del cual pudo comenzar a vivir, por fin, sin tener que sufrir en la espalda el aliento del peligro constante. En 1958, ya muy lejanas las guerras que le convirtieron en fugitivo primero y nómada después, se asentó cerca de Burdeos, el lugar en el que sigue viviendo actualmente.

Muchos años después de aquellos hechos Albino fue escribiendo sus memorias en dos cuadernos, un material de enorme fuerza testimonial que su hijo Luis tradujo al francés para convertirlo en el relato que es el que hace unos meses tomó la forma del libro al que dio el título de Une longue marche.

Este libro, cuenta ahora su hijo Luis, se centra en «todo lo que le tocó vivir a mi padre durante la guerra de España y la posguerra, tanto en España como en Francia. El episodio de su internamiento en el campo de concentración de Castuera y su fuga del mismo, junto a cinco compañeros, es sin duda lo más relevante, pero también nos habla de su familia, de lo que era la vida de la gente humilde en su pueblo, de lo mucho que tuvo que trabajar aún siendo un niño, de las esperanzas que les trajo el advenimiento de la República y más tarde las elecciones del 16 de febrero del 1936. El relato prácticamente acaba con el fin de la segunda guerra mundial».

Cuenta también que dos compañeros de la escapada no consiguieron llegar a Francia. «Uno fue Miguel Fernández Talán, que sin decirles nada, abandono la fuga; el otro, Gerónimo Morgado Galán, fue detenido el 18 de febrero par la guardia civil en el término municipal de Fuertescusa (Cuenca)». Durante esos 79 días «tuvieron que luchar contra el hambre y contra el frío», y el 4 de febrero, la víspera del cumpleaños de Albino, «en las orillas del río Algodor, cerca de Mora, se salvaron de los tiros de la Guardia Civil que les había localizado en unas chozas de pastores». Cruzaron un Ebro muy crecido aguas abajo de Zaragoza, consiguieron atravesar el Pirineo cubierto de nieve y lograron llegar a una Francia que estaba ya  en guerra contra Alemania.

El motivo por el que esa experiencia ha tardado tanto tiempo en convertirse en un libro, sigue explicando Luis Garrido, es que «ha sido un proceso que ha ido madurando a lo largo del tiempo. De vez en cuando yo le pedía a mi padre que dejase constancia escrita de sus vivencias. A finales del 2001 se puso a escribirlo y poco a poco, a lo largo de unos meces, rellenó dos cuadernos escolares. Después yo lo puse en mi ordenador y más tarde lo traduje al francés, porque al haber nacido y vivido en Francia para mí era más fácil proceder de ese modo. También añadí algunos detalles que mi padre no había escrito y que me entregó entonces».

Al libro, explica Luis, también le ha aportado él «bastantes notas para dar a conocer tanto el entorno de la guerra y de la posguerra como lo que se refiere al itinerario de mi padre», una labor para que «conté con la ayuda de muchas personas en Francia y en España. Mis lecturas e investigaciones también me fueron útiles para comprender mejor aquellos acontecimientos. O sea, que ya estaba casi todo atado para buscar una editorial. No fue fácil, y por eso tengo que dar las gracias a la editorial Privat que se comprometió con este proyecto, aunque la tramitación duró casi dos años». Recién puesto en el mercado en Francia, ya está previsto que Une longue marche vaya a publicarse en España, de hecho «la editorial Privat lo está tramitando y para eso tiene contactos con la editorial Milenio, de Lérida. Esperemos que el proyecto llegue pronto a su fin».

No quiere Luis Garrido, «para que no se olvide la vida de aquellos hombres que lucharon por la libertad», dejar pasar la oportunidad de recordar «a dos camaradas de mi padre, de los que se fugaron con él del campo de concentración de Castuera, y que cuando llegaron a Francia el 22 de marzo de 1940 tuvieron, por obligación de las autoridades francesas, que alistarse en la Legión Extranjera. Uno se llamaba Fulgencio Morcillo Pulido, estuvo luchando contra los alemanes en Túnez y en el continente europeo, y acabó con la guerra y la vida militar en diciembre del 1945. El otro, José María Tarifa Trinidad, natural de la Zarza de Alange (Badajoz), era teniente en el Ejército Popular de la República. Estuvo en África del Norte, en Senegal y en Túnez luchando contra los alemanes y los italianos. En  julio del 1943 se fugó de la Legión para juntarse, como otros republicanos españoles, con las tropas del general Leclerc y de la «Francia Libre». José María perteneció a ‘La Nueve’, esa compañía del Regimiento de Marcha del Chad casi exclusivamente compuesta por españoles, quien fue la primera en entrar en París al anochecer del 24 de agosto del 1944. Liberado París, se fugó de nuevo para juntarse con los guerrilleros de la UNE y participó, en octubre del 1944, en el fracasado intento del Valle de Arán».

Al publicar el libro, acaba Luis Garrido, «también pensé en José María, en Fulgencio y en los camaradas de mi padre. Yo he tenido la suerte que él nos ha hablado de la guerra de España. Muchos republicanos no lo hicieron».