CON fuerzas renovadas, energía positiva y ese toque de romanticismo que le caracteriza, Sergio Dalma se plantó en Ávila dispuesto a cumplir con «la responsabilidad» de animar la espera en el inicio del V Centenario de La Santa. Y vaya si lo hizo. Vestido con cazadora negra con estampado de colores y pantalón de cuero, el catalán puso a cantar y bailar bien pegados, como él mejor que nadie diría, a las miles de personas que desafiaron al frío para no perderse el concierto estrella de las fiestas de Santa Teresa, en plena explanada del Lienzo Norte, al aire libre y frente a la Muralla. «No os podéis imaginar la vista desde aquí, es una maravilla, gracias por hacerme partícipe de vuestra fiesta», comentó un artista que está celebrando sus 25 años en la música.

Tablas tiene de sobra y para entonces ya se había metido a buena parte del público en el bolsillo, haciéndoles olvidar los más de 20 minutos de retraso. «¡Guapo!», le gritaron. «Vamos a intentar que no haya frío, que saltemos, que sudemos, arrímense», dijo. Apoyado por un potente espectáculo de luz y sonido, no ahorró voz (esa voz rasgada marca de la casa) ni energía en lo que fue un recorrido por su consolidada trayectoria, con la guinda de su último trabajo, ‘Cadore 33’.