Tiene deberes por delante el Real Ávila. Los encarnados se fueron al parón de Navidad con ocho jornadas consecutivas sin ganar y en caída libre, con dudas sobre la implicación absoluta de sus jugadores y el evidente bajo nivel sobre el césped de algunos de sus referentes, con incógnitas sobre la capacidad de su entrenador para dar la vuelta a la situación y reconducir a un equipo que fue pasando jornada tras jornada sin darse cuenta de que tenían una vía de agua abierta. Y pese a todo ello este Real Ávila tiene arreglo. Lo tiene porque aunque se perdió en las Pistas del Helmántico lo hizo dejando una mejor imagen que en los últimos partidos, porque el equipo que ahora es quinto fue líder, porque el vestuario que ahora crea dudas creó ilusión –siete victorias seguidas e invicto hasta la jornada 13– y porque el entrenador que fue visto por todos como la solución no puede ser ahora el problema. O al menos no el único.