Después de una travesía de ocho largas jornadas a través del Mediterráneo, cargadas de momentos tensos e incertidumbre, las 629 personas de 26 nacionalidades distintas que viajaban en el Aquarius culminaron ayer con éxito su llegada al Puerto de Valencia. Allí, ya en suelo español, les esperaba un dispositivo de acogida de los tres barcos en los que arribaron integrado por un total de 2.300 personas, entre voluntarios, sanitarios, policías, traductores y otros efectivos. 

El navío Orione de la Armada italiana fue el último en llegar a la costa, completando así el periplo de la flotilla, que arrancó el pasado lunes, después de que Italia y Malta se negaran a recibir a los refugiados y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, diera instrucciones para su acogida y las autoridades valencianas ofrecieran su capital como puerto seguro. 

El desembarco se prolongó durante más de siete horas en una mañana de domingo, desde que al amanecer, a las 06,30 horas, se empezara a vislumbrar entrando por la bocana del muelle 1 del Puerto el Dattilo de la Guardia Costera de Italia. El Aquarius, el buque que da nombre a la flota, le tomó el testigo cuatro horas después. 

El éxito y la cara más humana del operativo quedó enmarcada con las sonrisas, cánticos y la «actitud de esperanza» que se encontraron los sanitarios que atendieron a los migrantes a bordo del barco italiano Dattilo y el operativo que les recibió a pie de muelle, que destacaron su «lección de civismo». 

El primer balance médico fue positivo, con la mayoría de personas en condiciones aceptables a pesar de la fatiga de la travesía. Solo algunas embarazadas fueron trasladadas a hospitales y varios menores y adultos tuvieron que ser asistidos. No obstante, los migrantes presentaban a su llegada más patologías leves de lo esperado, la mayoría quemaduras, malestares y escoriaciones de piel. 

El interés por el punto de inflexión que supuso la llegada de los 629 sin papeles del Aquarius traspasado fronteras: más de 600 periodistas de 160 medios de comunicación nacionales, países europeos e incluso China y Estados Unidos estuvieron muy pendientes de la acogida desde la dársena del puerto valenciano. Los conductores de los autobuses públicos de la capital también mostraron su cara más humana, al ofrecerse 10 como voluntarios para transportar a la prensa al epicentro en las lanzaderas.