Supervivientes del campo

Ana Agustín
-

En este reportaje se entrelazan las historias de dos personas a las que les separan muchos años de vida pero les une un vínculo indestructible, su incondicional dedicación a la tierra que cultivan

Pedro González Calvo es el agricultor más veterano de Ávila. - Foto: Abencio Nieto

No es fácil, hoy por hoy, elegir  el campo como espacio vital, lugar de residencia, alternativa para desarrollarse como persona en todos los sentidos; pero más difícil es aún encontrar a personas que decidan dedicarse a la agricultura como profesión. De todos es sabido que se trata de un trabajo esclavo, poco reconocido y peor remunerado, sobre todo en  los últimos años.

Sin embargo, hay personas que han decidido dedicar toda su vida a la labranza de sus tierras y que se sienten orgullosos de ello, aunque cansados al cabo de toda una vida. También, y esto es aún más sorprendente, algunos jóvenes eligen voluntariamente este oficio  y se embarcan en una aventura existencial basada en laboreo de la tierra, la siembra, la cosecha, el frío, la ausencia de horarios, el calor...

En este reportaje, Diario de Ávila se ha planteado el reto de conocer ambos extremos. Para ello ha contactado con el agricultor más veterano (o uno de ellos), que, a punto de gozar de una merecida jubilación, aún dedica todo el día a cultivar sus tierras, sin desatender las responsabilidades familiares o, precisamente, por atenderlas. Se llama Pedro González Calvo y es un  vecino de Crespos, donde también tiene sus tierras de labranza. Asociado a la organización, Asaja, Pedro, que está a punto de cumplir 65 años, no ha hecho otra cosa más que trabajar en el campo desde que tenía 18 años, «aunque comencé ayudando a mi padre en todas las tareas con poco más de 12 años», puntualiza.

Ventura González es el agricultor más joven de Ávila.Ventura González es el agricultor más joven de Ávila. - Foto: Lucía Grande Para atendernos, desconecta el motor de su tractor, con el que está faenando  y se baja del habitáculo en el que pasa la mayor parte del día. Su afabilidad y su afán de colaboración son admirables. Comienza el relato de su vida advirtiendo que su padre también era agricultor. «A los doce años, salí de la escuela y me puse a ayudarle en el campo», asevera. Pedro es el más pequeño de ocho hermanos, cuatro chicos y cuatro chicas. Todos los varones se dedicaron a la agricultura, seguramente, alentados por el cabeza de familia. «En el año 63 compramos un tractor los cuatro hermanos y empezamos en serio en esto». Tenían ganado, unas cuantas vacas, y tierras y pensaron que su futuro estaba en el campo así que, manos a la obra. Lo del ganado no le era extraño porque de bien pequeño ya había cuidado las ovejas de su padre y lo de la tierra era para él tan normal como comer o dormir. «Luego nos quedamos dos hermanos, el mayor y yo y compramos maquinaria a medias». Cuando su hermano mayor lo dejó, él fue pagando poco a poco la inversión y se quedó con las tierras, la maquinaria y las vacas, unas 20 cabezas de leche y algunas de cría.

Pedro está casado y tiene dos hijos varones, aunque ninguno de  ellos ha querido continuar con el oficio de su padre, así que, «decidí vender las vacas y creo que acerté porque, si me espero un poco más...». Ahora se dedica solo a la agricultura. Tienen unas 100 hectáreas de tierra de secano en la que siembra cebada, centeno y trigo. «A lo mejor, este año siembro algo de girasol», añade.

Recuerda sus primeros años en el campo, años muy duros en los que había que hacerlo todo a mano. «He ido con las mulas a las tierras pequeñas, he segado a mano» y ha trabajado con gran esfuerzo. Nos explica que el trabajo en el campo ha cambiado mucho porque ahora hay mucha maquinaria, aunque sigue siendo muy sacrificado, sin fines de semana ni horario. Y es que, en temporada (verano) suele echar 15 o 16 horas en el campo. Sin embargo, las cosas para los agricultores están muy mal. A penas se sacan un jornal, a pesar del esfuerzo, «porque el abono cuesta cada vez más, el gasoleo está por las nubes y a nosotros nos pagan poco por la producción y el rendimiento es poco». Aún así, no se arrepiente de haber elegido esta profesión y de dedicar su vida a ella aunque, «si volviera a ser zagal a lo mejor era torero o veterinario», afirma, dos alternativas que siempre tuvo en la cabeza «pero las circunstancias no me lo permitieron».

En Crespos viven bien, su mujer, uno de sus hijos y él. «Nos apañamos porque no estamos enseñados a gastar», afirma este hombre que ha sido, además alcalde de su pueblo entre 1995 y 2007 y que ahora sigue compaginando la labor del campo con la de concejal. Cuando se jubile, no le faltarán cosas que hacer porque «siempre hay algo y yo estoy enseñado a trabajar». Además, podrá dedicar un poco más de tiempo a su aficiones. Echar la partida con sus amigos es una de ellas. Juegan al mus o al tute «cuando puedo», aunque, dentro de dos meses, momento en el que emprenda una nueva etapa como jubilado, tendrá más tiempo. Eso sí, asegura que, «no dejaré el campo. Alguna cosa siempre tendré en la tierra».

En la otra margen se encuentra  Ventura González Pinto, uno de los más jóvenes agricultores de la provincia, por no decir el más joven, que a sus 19 años explota unas 250 hectáreas de tierra. Su afición a la agricultura viene de tradición familiar, de generación en generación y ya a los 14 años, aunque no tenía carné, ya ayudaba a su padre con el tractor. Con 16 años «me saqué el carné para conducir vehículos autopropulsados, que son los vehículos agrícolas» y empezó a tomarse en serio eso de ser agricultor. No es muy frecuente que un joven de 19 años decida dedicarse a la agricultura, elija el proyecto del campo como planteamiento de vida, sin embargo, Ventura lo ha tenido muy claro siempre. Vive en Madrigal de las Altas Torres, donde también están sus tierras, que lindan y entran también en el término de Moraleja de Matacabras. Cuenta con una explotación compartida entre su padre, su tío y él, aunque esas 250 hectáreas de las que antes hablábamos, son suyas. «Yo sé que no es muy común mi elección pero estos son mis raíces», afirma Ventura, quien, además, es actualmente el presidente de UPA Joven en Castilla y León. Asegura este joven que cada año es distinto, todo un mundo y que, esta temporada, con la sequía, las circunstancias son complicadas «aunque otros años tenemos plagas u otras circunstancias». Sin embargo, las labores las conoce bien a pesar de su juventud. Siembra cereales como cebada, trigo, centeno, avena y algo de hortícola como patata y puerro. «También siembro un poco de proteginosa como colza y guisante». Mientras nos habla de cómo trabajar la tierra para mejorar la producción y para sacarle más rendimiento siempre respetándola, nos damos cuenta de que ama este oficio que ha mamado a fondo.

Confiesa que tiene dos grupos de amigos, los del campo y los de la ciudad. Y es que Ventura, compagina sus tareas como agricultor con la formación. Estudia Salud Ambiental en Salamanca porque cree que puede ayudarle en su futuro y porque le gusta. «Mis amigos del pueblo me entienden bien pero los de la ciudad, no tanto. Por las mañanas va a clase y por las tardes se desplaza a Madrigal para trabajar sus tierras. No tiene novia, al menos nada serio, nos confiesa. Ventura es honesto en todos sus gestos y confiesa que se metió en esto de la presidencia de UPA Joven porque «mi intención es atraer a los jóvenes al campo, evitar la despoblación». Hace hincapié en la explicación de que las personas que viven en el medio rural son iguales que las del medio urbano. «Ahora no son las cosas como hace 20 años». Cuando le preguntamos por el futuro del campo, reflexiona para continuar explicando que varía mucho dependiendo del petróleo, de la luz, de los fertilizantes... «A veces, casi no cubrimos gastos. Las cebollas y las patatas son una ruina aunque los cereales nos dejan más margen». Considera que en el medio rural la vida es más cercana, más de verdad y, además, «se puede encontrar trabajo más fácilmente». No cabe duda de que Ventura está convencido de su elección profesional, aunque los estudios que le ocupan ahora son también una puerta abierta para otras opciones «que siempre puedo compaginar», sostiene.