Lobo con piel de cordero

DPA
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El alemán Andreas Lubitz estaba considerado como un joven alegre, amable y deportista que, no obstante, sufrió problemas psicológicos durante su formación como piloto

La investigación de la catástrofe aérea de Germanwings dio ayer un giro dramático cuando la Fiscalía francesa reveló que el copiloto estrelló el avión a propósito, convirtiéndolo en la clave para aclarar el siniestro con 150 muertos. Identificado como Andreas Lubitz, el segundo de a bordo era un joven alemán de 27 años de Montabaur, una pequeña ciudad de 12.000 habitantes al oeste de Alemania donde ocupaba una vivienda con jardín en un barrio tranquilo. «Vivía con sus padres en Montabaur y también tenía un piso en Düsseldorf», según informaba ayer la alcaldesa de la localidad, Gabriele Wieland.

En 2008, comenzó a prepararse como piloto en la escuela de vuelo de Lufthansa, matriz de Germanwings, en la ciudad de Bremen. Durante unos meses interrumpió su formación, una pausa hasta ahora sin explicación, según la empresa, pero que el semanario   alemán Der Spiegel achacó a una posible crisis nerviosa o a una depresión que lo alejó momentaneamente de sus sueños. A pesar de estos problemas, Lubitz, finalmente, consiguió la plaza como piloto de Germanwings en 2013. Contaba con 630 horas de experiencia de vuelo, consideradas pocas por algunos expertos, pero con una capacidad fuera de dudas para la aerolínea. «Era 100 por 100 apto para volar. Sin peros ni matices», señaló el director ejecutivo de Lufthansa, Carsten Spohr.

Apenas unas horas antes de conocerse la noticia, sus compañeros del club local de vuelo sin motor al que pertenecía, el LSC Westerwald, le recordaban con un mensaje en su web: «Pudo cumplir su sueño. Un sueño que pagó tan caro con su vida».

Nada en su perfil llamaba la atención hasta que la Fiscalía francesa reveló lo inesperado: según los investigadores, Lubitz aprovechó que el piloto iba al baño, bloqueó la puerta de la cabina y activó «a propósito» el descenso del avión, que terminó con la catástrofe y la vida de los ocupantes.

Los detalles sobre su trayectoria comenzaron a aparecer a cuentagotas: el joven era un corredor aficionado que participaba en las carreras del club de vuelo y había recibido un reconocimiento de la Administración Federal de Aviación. Los conocidos lo describieron como educado, alegre y amable. «Fue como un golpe en la cara», comentó una vecina del joven ante la posibilidad de que estrellara el vuelo a propósito. «Es algo que no se puede imaginar».

«Estoy simplemente sin palabras. No tengo ninguna explicación para esto. Conociendo a Andreas, esto es algo inconcebible para mí», afirmaba Peter Ruecker, miembro del club de vuelo. Pero la pregunta que el mundo entero se planteó fue si Lubitz podía haberse radicalizado y provocado el peor accidente aéreo de los últimos años en Europa como un atentado. Las autoridades descartan, al menos por el momento, de plano esa posibilidad.

«No hay un trasfondo ni motivación terroristas», señaló el ministro alemán del Interior, Thomas de Maizière, quien explicó que el mismo martes del accidente tanto las autoridades de seguridad alemanas como la aerolínea Lufthansa siguieron el protocolo regular de consultar en los archivos de inteligencia posibles vínculos del copiloto con estos temas.

Análisis de su entorno.

En Montabaur, entre tanto, reinaba una segunda conmoción después de la que generó la noticia del accidente. Y todos se preguntaban qué pudo arrastrar a Andreas a lo impensable: buscar su muerte junto con la de otras 149 personas.

En cuanto a la familia del copiloto, la Gendarmería está investigando «el entorno» y sus miembros «van a ser interrogados», «sin duda alguna», con la colaboración de las autoridades alemanas.

Entre tanto, cerca de la pequeña casa blanca en la que vivían sus padres, la Policía montó guardia y salió de la misma con varias cajas repletas de material que se añadirán a la compleja investigación de este caso. En las inmediaciones, decenas de curiosos como Hans-Juergen Krause, un vecino que aseguraba estar «realmente conmocionado» por la noticia.

Armin Pleiss, director del instituto en el que Lubitz se graduó en 2007, también coincidía. «Estoy tan conmocionado y sorprendido como vosotros», afirmaba.