Habla claro, sin tabúes. Siente lo que dice y dice lo que piensa. Y ésa parece ser la fórmula del éxito de Matteo Salvini en Italia, donde levanta pasiones a pesar de generar rechazo y descontento fuera de las fronteras transalpinas.

El líder de la Liga se ha convertido en el auténtico jefe del país, a pesar de su puesto de viceprimer ministro y titular del Interior. Su mensaje antiinmigración es el que manda y poco o nada puede hacer el premier, Giuseppe Conte, un títere en manos de Salvini y del máximo responsable del Movimiento 5 Estrellas (M5S), Luigi Di Maio, quien también ha quedado relegado ante el poderío del ultraderechista. 

«No tenemos miedo a nada, si un pueblo se mueve, vence», asegura este milanés de 45 años que representa la verdadera imagen del populismo. No en vano, tras jurar su cargo en el Palacio del Quirinale, se desplazó hasta su ciudad natal para congregar a una multitud y volver a hacerlo ante «el pueblo». «Me comprometo y juro ser fiel a mi pueblo. ¿Juráis conmigo? Gracias. Vamos a gobernar y a retomar nuestro país», sentenció ante un público entregado.