Un trabajo que da la talla

Ana Agustín
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La restauración de las esculturas que conforman los pasos que durante la Semana Santa salen a las calles en procesión es un trabajo imprescindible junto al mantenimiento, que ha de llevarse a cabo durante el año

Nuria Fuentes y Sonsoles López en plena tarea de restauración. - Foto: Antonio Bartolomé

 
SON tallas de gran valor en algunos casos, escultura que reposan guardadas en los templos durante el año pero que en Semana Santa cambian su enclave habitual, son transportadas a otras iglesias y sometidas a las variaciones climatológicas mientras se portan a hombros por las calles durante los momentos procesionales. La esencia de la Semana de Pasión en la que nos encontramos necesita cuidados y algunas empresas de restauración como Castela, se dedican a ello con verdadera vocación y mimo. 
Nuria Fuentes y Sonsoles López fueron las encargadas de restaurar el Cristo de los Estudiantes, una talla muy interesante del siglo XVII que reposa habitualmente en la iglesia de San Pedro, así como sus andas procesionales.
Son muchas otras las imágenes que han restaurado estas dos profesionales que recuerdan que en Ávila también se encargaron de la talla de María Sede de la Sabiduría, una obra del siglo XIX. Destacan su intervención en la Soledad, una escultura que procesiona en Sábado Santo junto a las Damas de la Soledad. Se trata de una obra contemporánea, del siglo XX cuyo autor es Eduardo Capa y que se haya, normalmente, en la iglesia de San Pedro. También estas arqueólogas de Castela, han restaurado el Cristo Crucificado procedente de la catedral de El Salvador y, actualmente, con sede estable en la iglesia de San Andrés. Además de estas actuaciones, y de manera mayoritaria, sus trabajos se centran en la restauración de obras procesionales en la provincia.   
Son varias y complejas las dificultades con las que se encuentran en muchas ocasiones. En el caso de los cristos yacentes, por ejemplo, «como proceden de la tradición en la que se representaba el descendimiento» son esculturas planteadas para estar en crucifisión y como yacente. Esto les da la particularidad de contar con mecanismos móviles para los brazos. Fue el caso del Cristo yacente de El Barco de Ávila, una obra «espectacular» del siglo XVI, que incorporaba fragmentos de cuero «en un estado lamentable». Así, tuvieron que regenerarlo para poder mantener esa pieza «aunque ahora ya sólo procesionan como yacentes». Además, han restaurado el yacente de Mombeltrán (siglo XVI), el Nazareno de Arenas de San Pedro y muchísimos cristos crucificados como el de Villarejo del Valle, Navalosa, El Oso, Fontiveros, Mombeltrán, Solana de Ávila, Villaflor, El Bohodón, Tiñosillos, Garganta del Villar, Barco de Ávila, Becedillas, Gotarrendura, Navatalgordo, Villarejo del Valle, Navaluenga, Peñalba de Ávila u Horcajo de la Ribera. Además, vírgenes vestidas como la de San Bartolomé de Pinares o Navaluenga o el Cristo amarrado a la columna de Muñana, han pasado por las manos primorosas y absoluitamente  profesionales de Nuria y Sonsoles.  Confiesan que se han encontrado con obras en muy mal estado. La mayoría de las esculturas están repintadas «porque se les ha ido cayendo la pintura o el oro y la gente, con su mejor intención, ha intentado recomponerlo». Así, son muchas las «chapuzas» que han de devolver a su estado original o, al menos, a lo más parecido a ello. Los materiales se deterioran con el paso del tiempo y los barnices se envejecen. Enfrentarse a este tipo de restauración «es el ideal» pero, no siempre se encuentran con etos deterioros solamente. «Muchas veces, el hombre ha intervenido y ha pintado con pinturas de mala calidad, ha dado barniz encima... y nos encontramos con una verdadera dificultad para intentar recuperar la pintura original sin dañarla y eliminando todos los añadidos que han sufrido, aunque con la mejor de las voluntades». Así, las profesionales de Castela se enfrentan a unas tallas con aspectos aparentemente muy deteriorados que, sin embargo, guardan un tesoro bajo esas capas. 
La gran mayoría de las tallas que forman los pasos de Semana Santa son de madera policromada. «Encontramos policromías más ricas o menos», afirman. Algunas llevan oro o estofados que hacen crecer mucho su valor como tallas. Otras veces, «las carnaciones son espectaculares», afirma Sonsoles, refiriéndose a la carne de esculturas que representan, por ejemplo, a Cristo durante la pasión y que, en ocasiones, están  pulidas, «lo que llamamos apulimento».  
En el caso del Cristo de los Estudiantes, por ejemplo, cuando estas restauradoras se situaron frente a la impresionante talla «nos encontramos con muchos añadidos que se introducen en el Barroco y a finales del Renacimiento para dar realismo», como el pelo natural o, incluso, papel colocado en las uñas. Todos esos materiales que no son madera pero que forman parte de la talla, «hay que tenerlos en cuenta a la hora de planificar la restauración».
Con respecto a otra de las obras más interesantes en las que ha trabajado Castela, La Soledad es una imagen de 1950 muy particular puesto que es una imagen hecha a la manera tradicional con policromías con oros y estofados pero «con la visión del siglo XX».
Las vírgenes vestidesa, normalmente, llevan una estructura muy trabajada «aunque no tienen anatomía humana». Sin embargo, en ocasiones, suponen verdaderas obras de ingeniería con brazos y cabeza móviles y un niño que se puede insertar o eliminar de la estructura. Otras veces, se trata de una cabeza con un simple bastidor sobre el que se coloca el manto. En cualquier caso, son imágenes interesantes con cabeza y manos muy trabajadas y buenas para procesionar porque pesan poco. 
También hay que tener en cuenta las andas y los tronos sobre las que reposan las tallas y que pasan, en muchas ocasiones, por las manos de los restauradores. Estos elementos, normalmente, «suelen sufrir bastante porque los barales o banzos del trono sufren mucho debido al contacto directo de las manos de quienes portan las imágenes. «La pintura se roza y se escama» por lo que es necesario intervenir. Las nuevas andas del Cristo de los Estudiantes, que procesionó el pasado sábado previo a Ramos, llegaron muy dañadas de su origen murciano y tuvieron que restaurarlas. En el caso de la soledad, se trata de una obra maciza hecha a base de módulos engarzados y «el mayor problema que encontramos fueron unas grietas de una anchura considerable entre los bloques, que comienzan a separarse por el movimiento y las vibraciones y, aunque no llegan a desgajarse, si se producen importantes deterioros de la pintura en esa zona». Se trata de una talla muy moderna que, sin embargo, tiene ya los daños de una obra antigua.   
 
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