Del quinto rezo, al Quinto Centenario

Juan Carlos Huerta Abargues
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Un hostelero abulense incorpora a su oferta una cerveza inspirada en la celebración de los cinco siglos del nacimiento de La Santa. La fórmula de la bebida es obra del cervecero Christophe Le Galles

Christophe Le Galles y Fernando Hernández, horas antes de la presentación de la nueva cerveza, en la barra de La Barraca. - Foto: David Castro

El 23 de abril de 1516 el duque Guillermo IV de Baviera decretaba la Reinheitsgebot, la Ley de la Pureza de la Cerveza.  El duque, bastión contrarreformista en la Alemania de Lutero, se puso serio, tanto como aparece en los retratos con los que que ha pasado a la posterioridad, y estableció que la cerveza solamente debía elaborarse a partir de tres ingredientes: agua, malta de cebada y lúpulo. El mandatario no mencionó la levadura porque fue descubierta por Pasteur siglos después. En cualquier caso, era la primera vez que se regulaba legalmente un alimento. 
Un año antes, el 28 de marzo de 1515, nacía en Ávila Teresa de Cepeda y Ahumada, La Santa abulense, mística, doctora de la Iglesia, escritora y fundadora de las carmelitas descalzas, una rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, uno de los personajes más importantes de la historia internacional de las religiones y, por supuesto, mito y gloria de la católica.
Han pasado casi 500 años y a pocos metros del primer convento que fundara Teresa de Jesús en el mundo, el de San José, la bebida de la felicidad y la santidad se envuelven bajo el rugoso papel lila de la Ora Nona, la cerveza creada por un hostelero abulense de cara a la celebración del V Centenario del Nacimiento de la Santa, un magno acontecimiento que pretende dejar huella en la Ciudad de las Murallas.
Fernando Hernández regenta La Barraca desde hace 22 años. Es una cervecería de referencia, no sólo en la ciudad, sino en toda España, un establecimiento acogedor, en el que hasta un cervecero belga se siente como en casa, donde el buen trago y el buen trato se funden a media luz en medio de los aromas, los sabores y el burbujeo de los 10 grifos de barril y de las 108 marcas diferentes de cerveza de importación que atesora el local.
«La Ora Nona es una cerveza que nace de la amistad», subraya Fernando, mientras señala la frase en el envoltorio. Y de la hermandad, la simpatía y la fraternidad de un hostelero, de una monja de clausura, de un demandadero y de un maestro cervecero francés ha nacido Ora Nona, que alude al quinto rezo de la liturgia horaria católica. «Esto acabó fraguando en uno de mis paseos nocturnos con el demandadero de San José. Una de las madres me regaló un dibujo de la Santa a carboncillo y la pedí permiso para utilizarlo como símbolo de la cerveza. El padre carmelita de origen polaco Jurek, del Cites, me proporcionó muy amablemente la tipografía de la marca y el logo del V Centenario. Después, un cliente me propuso el nombre y en mi cabeza se fueron ensamblando las piezas de una idea que llevaba tiempo cavilando».
Fernando viajó a Becerril de Campos, en Palencia, donde vive su viejo amigo, el maestro cervecero francés Christophe Le Galles, descendiente de cuatro generaciones de productores de cerveza artesanal de origen bretón y vecindad con la Valonia belga, y le encargó la Ora Nona. El alquimista galo se puso manos a la obra en su microcervecería de Tierra de Campos. Le Galles llegó a España para trabajar en la Renault. Como la cerveza de por aquí no le sabía a nada y pasaba mucho calor, se puso a hacer cerveza tal y como había visto hacer desde siempre a sus padres y abuelos. El peregrinaje de vecinos a echar un trago le animó a dar un paso más y a producir para el mercado, la misma conclusión a la que llegaron los monjes y frailes de Europa en la Edad Media. Produce actualmente la marca Bresañ bajo tres variedades: rubia y tostada al gusto hispano, y una cerveza cien por cien de estilo belga, la Maricantana. En diciembre macera y fermenta una variedad de Navidad, tan típica de los países legendariamente cerveceros, blasonada los dos últimos años con el título de mejor cerveza artesana de Castilla y León.
La Ora Nona es una ale de estilo belga de abadía, de color castaño oscuro, con la turbidez propia de la cerveza que refermenta en botella, con siete grados de alcohol que apenas se notan, de trago largo, con una espuma cremosa –fruto de la adición de avena–, poco persistente, y un aroma y sabor en el que predomina la malta, con un regusto final sútilmente agrio, algo asidrado, propio de las levaduras familiares de la saga Le Galles y que se percibe también en su Maricantana y en la Bresañ de Navidad.
 
Cien por cien artesana. Esta bebida, la Ora Nona, es cien por cien natural. Ni se pasteuriza, ni se filtra ni se carbonata con dióxido artificial. Está elaborada con malta Pilsen, cebada palentina de dos carreras, levaduras propias y cuatro lúpulos diferentes, uno de ellos de León. Se ofrece al cliente en barril y en botella de tres cuartos de litro, elegantemente envuelta en papel a la manera de la gran Liefmans Cuvee Brut.
La Barraca es Fernando y Fernando es La Barraca. Pero a él le gusta reseñar que detrás ha estado y está un equipo de gente, con especial mención a su mujer, Carmen, y a Mónica, 17 años de cocinera en el local. Fernando cogió el negocio en 1992, un año después de colaborar con su cuñado en La Cigüeña, otra de las cervecerías abulenses más señera, ubicada en la calle Cristo de las Batallas 10. A través de la revista El Cárabo, el ya legendario suplemento de El Diario de Ávila que durante los 90 retrató el mundo de la hostelería nocturna de la mano de su alma máter, Juan Antonio Ruiz-Ayúcar, Fernando Hernández conoció a José Luis Ramírez.
Ramírez es un empresario casi morañego, emblema del sector en España y propietario hasta hoy de la afamada cervecería Oldenburg, cuyo establecimiento original, el de la calle Alburquerque 13, ha sido récord guiness por la cantidad de botellas y grifos de importación por metro cuadrado. «A las pocas horas de estar con él en su cervecería me di cuenta de que eso era lo que yo tenía que hacer en Ávila, esa era la idea de negocio que me gustaba y me lancé adelante con la ayuda del propio José Luis, con el que sigo manteniendo una buena amistad y al que he invitado a la presentación de Ora Nona».
Dicho estreno tuvo lugar el pasado lunes. Decenas de personas pasaron ese día por el local para degustar más de un centenar de litros de la flamante cerveza. «Lo más importante es que me he sentido querido», confiesa el hostelero, al que sorprendió y emocionó la respuesta del público. Ahora confía en que el V Centenario sea una buena oportunidad para que la ciudad despegue y que quienes vengan de fuera, incluidos los monjes belgas y alemanes que hace siglos hicieron de la cerveza mucho más que un alimento, prueben su tostada con sabor bretón y sello abulense.
Sospecho que Guillermo IV de Baviera y La Santa no llegaron a conocerse jamás, aunque quizás oyeron hablar el uno del otro. 500 años han pasado desde que un ujier bávaro clavara a martillazos la Reinheitsgebot en el quicio de un lager y de que una niña santa construyera castillos en la nieve. Medio milenio después, en la mística calle de San Juan de la Cruz, número 23, la primavera ilumina las vidrieras y el quinto rezo caldea el cáliz de la Ora Nona, la cerveza de la amistad.