El ruiseñor común, el "Pavarotti" de las aves estivales

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Gracias al anillamiento de más de 3.000 ejemplares en las últimas dos décadas conocemos datos de gran valor sobre su longevidad

 Entre los meses de marzo y agosto se realizó el seguimiento de esta especie en 60 puntos diferentes de toda España

Fácil de detectar por su inconfundible canto, que emite incansablemente, especialmente durante la noche, hacen de esta especie un ave muy popular y habitual de las zonas de ribera de nuestros ríos. Gracias a que es una especie muy “fiel” a sus lugares de reproducción ha sido posible que conozcamos su tasa de supervivencia ya que es una de las especies elegidas en el programa Paser de SEO/BirdLife para estudiar su productividad, longevidad, supervivencia y fenología reproductora.

Los datos que han proporcionado más de 3.000 ruiseñores comunes tras ser anillados en su primer año de vida y recapturados desde mediados de los años noventa en 60 estaciones del programa de Anillamiento de Aves en Primavera (Paser) han sido cruciales para conocer el nivel de supervivencia de la especie. Además, el ruiseñor común ha sido elegido para realizar los análisis debido a su longevidad (entre las pequeñas aves migratorias tiene récord de supervivencia de hasta 11 años) y por su fidelidad a las zonas de reproducción, lo que hace que sea fácilmente recuperable año tras año.

Todo comienza al amanecer 

Desde finales de marzo y hasta principios de agosto las estaciones de anillamiento científico del programa Paser de SEO/BirdLife son un constante ir y venir de voluntarios y anilladores científicos. Cada diez días se realiza una jornada de cinco horas en 60 puntos de nuestra geografía para conocer el estado de las aves en primavera. Cada jornada comienza al amanecer y la disposición de las redes de anillamiento siempre es la misma para obtener datos comparables a lo largo de diferentes años.

Durante las jornadas de anillamiento de la temporada del Paser de 2016 las especies más capturadas fueron el carricero común, con casi el 20% de las capturas con más de 2.400 individuos capturados; la curruca capirotada, con cerca del 8% de las capturas y más de 1.000 ejemplares capturados; en tercer lugar se encuentra el cetia ruiseñor, con el 6% de las capturas y por último el ruiseñor común, con casi un 5% de las capturas.

3.002 historias de supervivencia 

Todas las “historias” que nos aportan las aves anilladas son de gran valor para realizar posteriores análisis sobre estas y otras muchas especies. Según se recoge en un artículo de la última edición de Junio de 2017 de la publicación “Programas de Seguimiento de Avifauna y Grupos de Trabajo” de SEO/BirdLife los historiales de 3.002 ejemplares de ruiseñor común han reflejado que la supervivencia de los ruiseñores sería baja durante el primer año de vida para incrementarse a partir del segundo año. Además, hay que tener en cuenta que las probabilidades de recaptura de aves anilladas varían entre años.

“Disponer de una serie larga de datos estandarizados de numerosas especies de aves comunes permite el análisis y la obtención de resultados de gran valor. Datos que nos pueden ayudar a entender las dinámicas poblaciones de las aves comunes, sus declives, e intentar promover medidas para evitar que desaparezcan”, reconoce Arantza Leal, bióloga del Área de Ciencia Ciudadana de SEO/BirdLife.

Temporada de cría  

Según se recoge en la citada publicación, el índice de productividad del ruiseñor común presenta una tendencia ligeramente positiva, aunque 2016 no fue un año demasiado bueno para la cría (al igual que ha pasado en la mayoría de las especies analizadas en el Paser).

El índice de productividad indica la evolución en la proporción entre el número de juveniles capturados respecto al número de adultos, lo que muestra una visión de cómo ha sido de mala o buena (han salido pocos o muchos pollos adelante) la temporada de cría.

Los datos reflejan que 2016, según los datos obtenidos, fue una mala temporada en general. Esto se relaciona seguramente con variables meteorológicas ya que 2016 tuvo bastantes lluvias a principio de temporada (previo a la reproducción), con precipitaciones medias de febrero a abril superiores a otros años y con  momentos de escasas precipitaciones uniéndose a temperaturas más altas de lo habitual en mayo y junio (fuente AEMET, http://www.aemet.es). Estos cambios drásticos en las condiciones ambientales seguramente sean parte de las causas de la disminución del éxito reproductor en la mayoría de aves.

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