En España hay gente muy buena

ISRAEL GARCÍA-JUEZ
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Carlos Herrera, ganador del Premio Sociedad Civil 2015, se define como heterosexual, católico, español, fumador de puros y aficionado a los toros

En un país en el que la sociedad civil ha estado a punto de desaparecer por falta de interés por las cosas, la crisis ha servido como revulsivo para que algunos hombres buenos vuelvan a creer en el poder del ciudadano. Y no basta con pensar cosas buenas, sino que estas ideas deben tener consecuencias. Por ello, unos cuantos notables crearon el banco de pensamiento (think tank en inglés) Civismo que son, por ejemplo, los que todos los años recuerdan que se trabaja medio año para pagar impuestos y, solo a partir del día 180, lo que se genera es para el asalariado. Cada 12 meses celebran la entrega de un premio a aquel español que ellos consideran que más aporta y lo hacen en los impresionantes jardines del Museo Lázaro Galdiano (emplazado en el número 122 de la madrileña calle Serrano). Un periodista y financiero que donó su palacio, sus obras de arte y sus dineros, para ayudar en la ardua tarea de formar a sus compatriotas. Olé por mi colega de profesión muerto hace 68 años. 
Los anteriores receptores de tan singular galardón fueron Esperanza Aguirre, calificada en este acto como Espe de España, que no desaprovecha un foro para recordar que sigue dispuesta a ser candidata a la Alcaldía de Madrid, y Albert Boadella, él último en alzarse con él. Un dramaturgo catalán que se tuvo que exiliar de su tierra por la persecución a la que era sometido allí por denunciar, entre otras muchas cosas, hace 20 años, que los niños Pujol y el molt honorable defraudador se lo estaban llevando a cubos envueltos en la señera de la región. 
Boadella, que posee ese humor negro de la gente muy inteligente, hizo una semblanza del flamante nuevo galardonado Carlos Herrera, director del programa Herrera en la Onda, de Onda Cero. Destacó como el comunicador combate la vulgaridad y la ignorancia, en un oficio que parece que se recrea en estas suertes, y desenmascara a los que creen representar a Cataluña frente a los que han sido de verdad catalanes. «Es un gourmet de la existencia y una persona que sabe vivir bien, lo cual corroe a sus enemigos y dispara el consumo de Micralax», remató.
Con una chaqueta muy de sevillita, la cara como si la hubiera pasado por la puerta de un horno y añorando la piltra pues se levanta a las 3, 30 horas de la madrugada, el periodista tomó un micrófono parecido al que usa para despertar a sus oyentes todos los días y confesó sentirse turbado por las palabras de Boadella sobre su apolínea figura, reconociendo ser un liberal a pesar de tener la tentación de convertirse en socialdemócrata. Dícese de aquel ciudadano de escala superior que, con su sola mención, ya se le considera más solidario, mejor intencionado y más de todo que cualquier conservador, por mucho que se empeñe. Considera que debe haber un Estado pero que actúe lo justo para que esto no sea la ley de la selva y le confesó a Rodríguez Zapatero ser católico, heterosexual, español y españolista, monárquico, fumador de puros y aficionado a los toros. A lo que el presidente le respondió: «¿En serio?, ¿desde hace mucho?».
Una cerrada ovación aplaudió a este maestro de las ondas y él, gentil, devolvió al respetable un brindis torero que va para todos ustedes, camastrones.
Entre el público asistente pude ver a Helena Revoredo, presidenta de Prosegur, que de espaldas parece una veinteañera; al que fuera candidato a presidir la CEOE, Jesús Banegas; Inocencio Arias, al que todo el mundo recuerda por su paso por el Real Madrid y olvida que ha sido embajador en muchos sitios;o el temible profesor de economía Pedro Schwartz, al que la crisis dejó sin coche oficial. Julio Pomés, que preside Civismo, dejó claro que, a pesar del tradicional fatalismo patrio, «en España sigue quedando mucha gente buena que nos va a sacar del pozo», para tranquilidad de todos los asistentes.