Baltasar Garzón: «Un ataque contra el Daesh le legitimaría como enemigo»

Agencias
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No es partidario de la guerra y aboga por combatir esas acciones criminales sin acudir a las armas frente a los que desean esa respuesta.

Desde que en 2012 el Tribunal Supremo le apartara de sus labores como juez de la Audiencia Nacional, no ha cesado en su empeño de defender los derechos humanos y la jurisdicción universal. Para ello, creó la Fundación Internacional Baltasar Garzón (Fibgar), una organización sin ánimo de lucro que se sustenta sobre los pilares de la solidaridad, el respeto, la promoción de los derechos humanos, la cooperación al desarrollo de los pueblos, la mediación y la lucha contra la impunidad.

Hace poco se refirió a su situación con estas palabras: «De mi trayectoria no hace falta hablar mucho. Eran más y pudieron». ¿Sigue creyendo en la Justicia?

Independientemente de lo que a mí me haya ocurrido y de los motivos que movieran a quienes lo consiguieron, aún hoy sigo sin acabar de entender el porqué tanto interés en quitarme de en medio y tanto esfuerzo para conseguirlo, continúo creyendo en la Justicia. Sobre todo porque, aunque desde otra situación, tengo la oportunidad de trabajar por las víctimas, como siempre lo he hecho. Me resulta inasumible que haya interpretaciones que buscan la impunidad y el abandono de las víctimas. Por ello soy tan duro contra la represión y contra la posición oficial de España auspiciando y amparando la impunidad, por ejemplo, de los crímenes franquistas.

Precisamente para seguir luchando contra esa impunidad y peleando por los derechos humanos creó Fibgar. ¿Cuáles han sido sus mayores logros?

La Fundación que presido colabora en asesorar en procesos de paz; para combatir la macrocriminalidad, la corrupción; en capacitar jueces, fiscales y policías; en empoderar a las comunidades indígenas; en definir los nuevos estándares de derechos humanos aplicables a las empresas, los nuevos principios de jurisdicción universal; los nuevos crímenes económicos, financieros y medioambientales, como asesinatos de lesa humanidad. Luchamos por ser referentes en Derechos Humanos y en Jurisdicción Universal.

El conocido como Protocolo Garzón nació como una buena práctica para la prevención de la tortura en los juzgados. En 2006, la ONU incluso lo adoptó como protocolo internacional, pero en España le supuso denuncias por «estar a favor de los terroristas». ¿Garzón condena todo tipo de terrorismo?

Todo crimen es detestable y el terrorismo es un crimen especialmente execrable en cuanto a que atenta indiscriminadamente con el objetivo de sembrar el terror mediante la muerte. En cuanto a la tortura, desde el principio de mi función jurisdiccional he combatido esta lacra, tanto por sí misma como porque deslegitima cualquier acción del Estado frente al crimen. Asumo que cualquier idea se puede defender, el derecho de autodeterminación de los pueblos, la independencia, pero jamás podré compartir el uso de la violencia en una democracia, ni los discursos justificadores de quienes la practican.

Tras los recientes atentados de París, ¿qué opinión le merecen de los pactos entre partidos y entre países para combatir el yihadismo con bombardeos en lugar de cortar las vías de financiación que conducen a él?

Lo terrible es que los líderes de nuestros países no sean capaces de superar sus diferencias para concluir en un plan que aborde todas las causas profundas del terrorismo en su versión actual. Es imprescindible avanzar una solución social, política, económica y humanitaria consistente, entendiendo que esta situación parte de una forma de entender el mundo y unos valores diferentes. Parte de esa hipocresía se basa en los intereses económicos que cada Estado detenta y que llevan en demasiadas ocasiones a una indeseable financiación que alimenta al monstruo. Una confrontación armada contra el Daesh tiene como efecto legitimarle como enemigo y como actor en el conflicto armado.

¿Qué pasos debe dar occidente para combatir el yihadismo?

No soy partidario de la guerra y así lo he manifestado en muchas ocasiones. Sí creo que es preciso combatir estas acciones criminales, pero no se trata simplemente de acudir a las armas frente a quien desea esta respuesta. Abogo por un estudio social compartido entre los pueblos y no necesariamente entre los Gobiernos sobre las causas del problema. Un análisis económico, que incluya la realidad que subyace bajo las estructuras del Daesh, cómo se financia, las redes de apoyo y ayuda y de a quién beneficia; dónde se compran las armas; cómo se captan y cómo se radicalizan, con un examen en profundidad de la incidencia de la visión extremista del factor religioso, algo que se considera fundamental pero en lo que nadie quiere entrar.

¿Qué medidas legales y judiciales se podrían tomar en este momento?

Es básico saber si esta alianza contra la violencia del Daesh conllevará después, una vez que la victoria se haya consumado, una segunda fase que consista en hacer que los responsables de los crímenes respondan por ellos y colaborar con sinceridad en democratizar esa zona. Esto conlleva atender a las necesidades de una población sometida a unas condiciones extremas y a desplazarse por efecto de la violencia y la desigualdad más evidente. Si no es así, la potencial victoria será efímera.

Si mañana pudiera retomar su carrera y volver a la Audiencia Nacional, ¿cuál sería el primer caso al que le gustaría dedicarse?

Aún faltan bastantes años hasta que concluya mi inhabilitación. En esa hipótesis me ocuparía del caso que por reparto me correspondiera, pero lo haría con la misma dedicación que pongo en cada caso que me ha correspondido.

Usted planteó el enjuiciamiento de Aznar, Bush y Blair por la guerra de Irak. Si pudiera, ¿seguiría queriendo llevar a Aznar a los tribunales?

No es que propusiera ese enjuiciamiento, sino que afirmé y lo sigo haciendo que fueron responsables de una guerra ilegal, inmoral e ilícita que respondió a intereses bastardos que nada tenían que ver con lo que sucedía en Irak.