Uantocks’ es el título de una exposición fotográfica y de material etnográfico de Papúa Nueva Guinea, obra del fotógrafo Pedro Saura y que ha sido organizada por el Museo de la Evolución Humana de Burgos.
La muestra se puede ver en la Sala de Exposiciones del Auditorio de San Francisco hasta el día 14 de diciembre. Ayer fue inaugura con la presencia de su autor, el profesor de fotografía de la Universidad de Bellas Artes de Madrid y del gerente del Museo de la Evolución Humana Alejandro Sarmiento.
La exposición cuanta con más de 80 fotografías de una impresionante calidad y colorido, realizadas en material fotográfico, entre los años 1983 y 1994, y que se han convertido en un valioso documento etnográfico de las tribus Altas de Papúa Nueva Guinea. Estas fotografías fueron realizadas por Pedro Saura en los distintos viajes que realizó a esta zona de las antípodas de España. El primer viaje lo realizó el autor en el año 1983. Recuerda de este primer viaje que fue realmente impactante para su autor. «Llegar en esas tierras –dice su autor– fue como aterrizar en un mundo nuevo, un viaje a la Prehistoria, al encontrarme con las culturas de las Tierras Altas de Nueva Guinea, una gente que vive en la era pretecnológica y que continuaban esos años siendo cazadores-recolectores». Mencionó datos muy interesantes como el que en un territoiro similar a España viven alrededor de tres millones de habitantes, que hablan setecientos idiomas diferentes. De hecho, según señaló Saura, cuando él llegó allí las tribus vivían en continuas guerras tribales, «entre otras cosas porque falta comunicación entre ellos y la primera vez que viajé allí sus habitantes no eran conscientes de que eran un país. Aquello funcionaba por tribus, que vivían dentro de su ámbito y pensaban que la otra tribu de enfrente eran otro país».
Recuerda que los momentos más impactantes para él los vivió en el primer viaje, pues todo era nuevo para él. Sostuvo que pudo grabar varios documentales sobre esta gente, entre ellos uno de la fiesta de un armisticio, entre dos clanes de la misma tribu, los Melpa, (una de las más poderosas de las Tierras Altas, e integrada por unos 60.000 individuos), que había estado en continuas guerras por un problema que se perdía en la memoria, después de más de diez años de conflicto. «Para mí, aquello fue como la máquina del tiempo, ver aquello dos clanes, que firmaban la paz con el sacrificio de centenares de cerdos, para darse un atracón de dos o tres días y que pintaban sus cuerpos con intensos colores, de modo que cada clan rivalizaba con estos colores»..
Hoy reconoce el autor que todo lo que vio en esos años ha desaparecido, por lo que los vídeos y las fotografías se han convertido en un importante documento antropológico.