«El problema que cuenta 'Un enemigo del pueblo' sigue vivo»

David Casillas
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Joaquín Vida dirige una nueva versión la obra con la que Ibsen denunció la corrupción, que se pone en escena este sábado en el Lienzo Norte

 
El próximo sábado se pone en escena en el Lienzo Norte uno de los grandes clásicos de la literatura dramática europea, Un enemigo del pueblo, del noruego Henrik Ibsen, una obra con más de cien años de vida que tiene la virtud, esa que sólo consiguen las obras maestras, de estar siempre de plena actualidad, y no sólo por el tema que trata, el de la corrupción, sino por la forma en la que lo hace, con una maestría que convierte el texto en intemporal. Joaquín Vida, director teatral que se formó con alguno de los mejores –Fernando Fernán Gómez, Miguel Narros o José Luis Gómez– y continuó una exitosa andadura en solitario, es el responsable de este nuevo acercamiento a una obra que lleva denunciando los abusos del poder desde finales del siglo XIX.
¿Podríamos definir Un enemigo del pueblo como un clásico de rabiosa actualidad?
No es mala definición. Es un clásico muy actual porque es la obra con la que Ibsen abordó la confrontación que se produce cuando entran en conflicto el interés general con los intereses particulares, y también los manejos que se organizan para que venza siempre el interés particular de alguno sobre el interés general de la mayoría.
Un tema desgraciadamente muy conocido en los últimos años.
Si, así es, somos todos bastante especialistas en el conocimiento de ese tipo de asuntos.
¿Afrontar ese sucio asunto desde la perspectiva de un clásico ayuda a soportarlo mejor por verlo desde una cierta distancia?
Quizás sí sea posible que ver el  problema desde esa perspectiva ayude, en el sentido de que se pasa de la categoría de lo general a la de lo concreto, y eso siempre hace más fácil que se comprenda el fondo de cualquier problema. Si algo se concreta en un caso anecdótico ayuda a comprender la categoría de la que se está hablando.
¿Y de qué se habla exactamente en esta obra?
De lo que habla Ibsen en esta obra es de la situación a la que se enfrenta un médico, responsable de la salud de un balneario de éxito que se ha instalado en un pueblo que antes no tenía medios de vida, cuando descubre que las aguas de esa instalación están contaminadas; quiere hacer público ese descubrimiento, pero se crea una especie de coalición en su contra de las fuerzas vivas, de la política, del comercio, de la industria, de la prensa..., con el fin de que no dé a saber esa realidad. Y esa es una situación que, por desgracia, ocurre todos los días en el mundo.
¿Cómo recibe un público muy sensibilizado con la corrupción una obra que aborda ese tema con tanta claridad?
Hacemos un intento de participación discreta del público, porque a pesar de ser una obra clásica queremos renovar el lenguaje teatral, y los espectadores lo reciben participando más de lo que nosotros esperábamos y tomando partido sobre lo que se está exponiendo y manifestándolo en el patio de butacas. Creo que estamos teniendo mucha satisfacción en ese sentido, porque la obra está obteniendo no sólo una acogida de la crítica excelente sino también porque en el momento de la representación se vive entre el público la participación de los actores.
Y que el público se implique con los actores, imagino, es señal de que la obra funciona bien.
Así es, y es muy satisfactorio.
¿Cómo trae al presente su grupo de actores esta obra con más de un siglo de vida?
La obra, aunque tenga más de 130 años, es como si se hubiese escrito ahora mismo, el problema que aborda está plenamente vivo. Hacemos un teatro clásico con unos actores que creo que son excelentes. A la hora de hacer un reparto se suele plantear el problema de encontrar al actor adecuado, a veces se consigue y a veces no, y puedo decir que en esta ocasión me ha salido redondo. Cada actor está muy encajado en su personaje, y como el problema que cuentan sigue vivo ellos lo sienten también así y el público lo siente de la misma manera. 
¿Qué argumentos daría al público abulense para animarle a que vaya a verles?
Yo vendo muy mal las cosas, pero sí puedo decirles a los abulenses que van a ver una obra que habla de algo que nos pasa a todos ahora mismo, que van a sentir el problema como suyo, porque van a vivir una metáfora magnífica de Ibsen. Van a ver en un espejo los problemas que viven hoy en día. Además, la obra está planteada de una manera que llega hondo, no olvidemos que estamos hablando de Ibsen, un dramaturgo que no daba puntada sin hilo. La tensión dramática está durante todo el tiempo sobre el escenario; el autor está reflexionando, porque no es una obra de entretenimiento sino de pensamiento, pero como piensa a través de un conflicto consigue que el interés no decaiga en ningún momento. Ibsen era un maestro en eso y consigue que la catarsis se produzca desde el primer momento hasta el final.