Mujer tenía que ser

Ana Agustín
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Hoy estamos asistiendo a una feminización de sectores profesionales que se asociaban a los hombres. Las mujeres transportistas son un ejemplo

Lucía Jiménez Ventosa - Foto: David Castro

Mujeres vigilantes de seguridad, obreras de la construcción, taxistas, electricistas... son tan solo algunos ejemplos de las profesiones que, tradicionalmente, se consideraban masculinas y que, sin embargo, ahora, sufren un proceso de feminización. Con una tasa de paro del 25 por ciento, los tópicos se desmontan solos en una época en la que las profesiones dejan de tener género.

Diario de Ávila se ha acercado en esta ocasión a la experiencia profesional de tres mujeres transportistas tanto de mercancías como de pasajeros. Se trata de un sector profesional poco vinculado al sexo femenino que, sin embargo, cuenta en Ávila con algunos ejemplos excepcionales.

Teresa Blázquez Albarrán es abulense. Está casada y tiene una hija que se dedica a la docencia. Ella, sin embargo, lleva junto a su hermano una empresa de recogida de leche, Trans Blázquez, y conduce un camión de tres ejes con el que visita las explotaciones abulense, de Segovia y Valladolid, recoge la producción y la descarga en Valladolid o Madrid, a  Entrepinares. «Ahora trabajamos muy poquito por la crisis pero ahí seguimos», afirma Teresa, que compagina este trabajo con el de camarera en la barra de un bar, empleo que ha emprendido recientemente debido a la falta de trabajo en esta empresa familiar.

María del Mar Pindado PindadoMaría del Mar Pindado Pindado - Foto: David Castro Decidió sacarse el carné de camión «porque he crecido entre ellos y era lo que había». Así que, comenzó a trabajar con el camión de la leche y desempeñó esta tarea durante muchos años. «Luego me casé y lo dejé una temporada» pero volvió al sector «y he conducido de todo: autobuses urbanos,  discrecionales... y ahora cojo el camión de la leche siempre que es necesario». Teresa afirma que le gusta ser conductora de camión, un trabajo que tampoco eligió pero que desde el principio vio como algo normal. Por supuesto, le gusta conducir, aunque «ahora las cosas han cambiado, son más fáciles a cuando yo empecé». Sin embargo, Teresa, que lleva casi 30 años conduciendo camiones y autobuses nunca se ha echado para atrás. «Al principio me miraban raro y la gente se sorprendía  de encontrarse con una mujer al volante de un camión». Las situaciones desagradables en este sentido, las ha evitado siempre, las ha ignorado y no ha tenido problemas. Sin embargo, confiesa que, aunque su marido y su hija la apoyan decididamente, «cuando mi hija era pequeña y le preguntaban que en qué trabajaba su madre, ella, o no contestaba o mentía y decía que era ama de casa». Ha tenido que cambiar las ruedas al camión, «y antes no teníamos móviles». Sin embargo nunca ha sufrido un accidente, aunque sí, algún susto con la nieve. Lo mejor de su trabajo, asegura, es conducir, «porque me gusta» y lo peor, el riesgo que tiene la carretera.

María del Mar Pindado Pindado es una abulense de 49 años que  conduce un autobús de pasajeros de transporte discrecional. Lleva desde 2006 trabajando en la empresa de autobuses Rodríguez. Antes, no había trabajado nunca en este sector y comenzó haciendo pequeños recorridos con autobuses más reducidos también. Sin embargo, ahora, realiza todo tipo de recorridos tanto de pequeñas líneas y transporte escolar como de largo recorrido en el territorio nacional, aunque también ha salido a Portugal. Conoce toda España como la palma de su mano. Antes de adentrarse en este mundo, había trabajado en el sector hostelero. «Me quedé sin trabajo por circunstancias de la vida y me matriculé en un curso para sacarme los carnes especiales». Y así lo hizo. Por su puesto, confiesa que siempre le ha gustado conducir por que «si no, no me meto en algo de esta envergadura». Divorciada y con tres hijos, encontró esta oferta de trabajo en un anuncio que leyó en Diario de Ávila, curiosamente. Se queja de que no haya más mujeres trabajando en el sector del transporte. Por ejemplo, dice «no hay ninguna mujer en Ávila conduciendo autobuses urbanos». En la empresa Rodríguez se siente una más, afirma. «No me tratan ni mejor ni peor que al resto de los compañeros y cobro lo mismo que ellos». Esa confianza que le ha dado la empresa le merece gratitud. No ha tenido accidentes nunca pero sí muchas anécdotas que recordar. «Siempre he sido muy atrevida y a mis hijos no les pareció nunca mal que me convirtiera en conductora de autobús, lo ven normal». Incluso, afirma Mar, muchos clientes quieren que sea ella la que conduzca el autobús que les traslade. Alguna vez ha pinchado en carretera, pero ha podido contar con la ayuda de uno de sus jefes y «entre los dos hemos salido del apuro». Lo mejor de su trabajo es «la libertad que te da la carretera», y lo peor, los horarios, estar muchos días fuera.

Teresa Blázquez Albarrán
Teresa Blázquez Albarrán - Foto: David Castro
El riesgo que asumen las pioneras es evidente, y las tres mujeres protagonistas de este reportaje coinciden en ello. Han abierto camino. Así lo afirma también Lucía Jiménez Ventosa que, con 28 años ,es una de las propietarias de la empresa Hermanos Jiménez. Conduce un camión de transporte de mercancías para obras: arena, ladrillos y otros materiales pesados. Comenzó a conducir camiones de tres ejes, camiones bañeras y trailer a los 21 años, cuando consiguió el permiso para ello. Se trata de una empresa familiar «y yo cuando era pequeña, ya iba con mi padre en el camión», afirma Lucía. Como le gustaba, pensó que este era su lugar y, sin duda, lo es. Recuerda esta transportista que una vez tuvo un susto «cuando volqué porque estábamos haciendo un agujero y cedió el terreno, así que caí al agujero con el camión». Eso es lo más negativo que recuerda. No ha tenido que enfrentarse al cambio de una rueda; «eso no lo puede hacer una persona sola», pero sí a cualquier otra circunstancia que se le planteé. No se ha sentido discriminada, aunque confiesa que alguna vez si ha habido algún comentario, sin mayor importancia. Es una mujer decidida a la que no le asusta nada subir a la cabina de su camión cada día.