«Pablo Verdugo fue un poeta grande, oscurecido por los siglos»

diariodeavila.es
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Caldeandrín Ediciones presentó la recuperación que ha hecho de la biografía de Santa Teresa escrita en verso en 1614 por el párroco de San Vicente, que no se editaba desde el año 1616

La editorial abulense Caldeandrín Ediciones presentó al público la destacada aportación que ha hecho a la conmemoración del V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, apuesta muy interesante y de esas que tienen el cada vez más raro valor de no agotarse en sí mismas que se concreta en la reedición de una biografía (en realidad hagiografía) en verso que sobre la vida y la obra de la religiosa abulense realizó en el año 1614 el entonces párroco de San Vicente, Pablo Verdugo, a la que dio el título de Vida, muerte, milagros y fundaciones de la madre Teresa de Jesús.

El libro, explicó Jesús Arribas, responsable de la edición, fue escrito por Verdugo a finales de 1614 como «consecuencia o epígono de las fiestas celebradas hacía solo unas semanas» para conmemorar la beatificación de Teresa de Jesús, y entre sus muchos valores no es el menor el de aportar el testimonio de alguien que vivió en primera persona unos acontecimientos históricos que ahora poco más que podemos imaginar, con más o menos tino.

Sobre el por qué de que un libro tan destacado no se hubiese reeditado hasta ahora (desde que conociese su tercera edición en 1616), Arribas comentó que «no sé el motivo, quizás porque los abulenses a veces no estamos atentos a lo que tenemos que estar»; ahora, una vez redescubierto, el lector encontrará muchos alicientes para su disfrute, como por ejemplo «colocarse en una época en la que el verso octosílabo era un molde literario importante» a través de la obra «de un cura de San Vicente que fue un poeta grande, oscurecido por los siglos y por la larguísima sombra de Lope de Vega, un buen versificador, un hombre culto que sabe compaginar la poesía culta con la popular».

Para hacer más fácil la lectura de ese dilatado poema, que supera las 300 páginas, el párroco poeta optó por la forma de la quintilla, una métrica que se había puesto de moda como alternativa a la octava real y que también utilizó Lope de Vega, poeta éste que alabó el libro de Verdugo.

Vida, muerte, milagros…, explicó Arribas, es un poema hagiográfico dividido en veinte cantos, aunque en realidad sólo cuenta con 19 porque hay un salto del primero al tercero que no se justifica de ningún modo más que por un error de ‘contabilidad’; el orden cronológico de los episodios no deja adivinar ningún paréntesis entre ambos, por lo que lo más probable es que el salto estuviese ya en original manuscrito, copiado tal vez con prisa para hacerlo llegar a los impresores y estos no se percataron del error, limitándose a componer lo que vieron escrito.

estilo. En un estilo sencillo y popular, Verdugo arranca su discurso lírico con «la hagiografía en verso de la madre Teresa con la corografía de la ciudad de Ávila, realizando un claro paralelismo con la poesía vistosa, culta y llena de referencias al mundo grecolatino propia del Barroco. A lo largo de los cantos siguientes y hasta el XVII se cuenta la vida de Teresa de Jesús, su experiencia religiosa, las fundaciones y los milagros hasta el trance de la muerte. Los cantos XVIII y XIX tratan de los acontecimientos post mortem, de alguno de los cuales el poeta confiesa haber sido testigo. El último canto lo dedica a los milagros que dieron fundamento al proceso de beatificación, a las fiestas de la misma y a la laudatio del linaje de Francisco Guilladas, protector de la fundación de San José de Ávila.

El lector de hoy se sentirá atraído, como sin duda se sintió el de comienzos del siglo XVII, por la facilidad de los versos, en los que Verdugo supo compaginar el aparato que se esperaba de un poeta culto con la frescura de la lengua popular, que va dejando a lo largo de la hagiografía rasgos de humor y familiaridad para presentar a la madre Teresa como una monja a la que la mayoría de los lectores habían conocido en persona. Así, el poeta consigue que «todo el aparato barroco de los versos encuentre lugares de respiro en las incursiones del modo popular en que entra el autor».

La edición recuperada por Caldeandrín, puesta en negro sobre blanco eligiendo un formato de letra que refleje al máximo al sabor del pasado que revive, parte de la que hizo en Barcelona en 1615 Sebastián Matevad; el único cambio, explica Arribas, ha sido «modernizar la ortografía buscando el acceso más directo del lector al texto», lo que ha permitido «respetar formas arcaicas de sintaxis y léxico, explicando su sentido cuando han parecido oscuras y distantes».