Más allá de Franco

Leticia Ortiz (SPC)
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La cruz más grande del mundo corona el Valle de los Caídos, un imponente monumento que lleva cada año a miles de visitantes hasta la sierra de Guadarrama, a pesar de la polémica que lo rodea

El 11 de julio de 2008, cuando quedaban apenas seis minutos para el cierre del recinto, un fragmento de piedra negra de Calatorao (Zaragoza), de unos 40 centímetros de longitud y unos 10 kilos de peso, se precipitó al vacío. Era parte del antebrazo del Cristo yacente que forma parte de la enorme Piedad que corona la entrada de la basílica del Valle de los Caídos. Su caída fue la llamada de atención más espectacular, y peligrosa, sobre el gran problema que amenaza al conjunto monumental de Cuelgamuros, por encima incluso de las polémicas políticas: su rápido deterioro.

Miles de visitantes, por encima de los 200.000 en los últimos lustros, lo que le convierte en la cuarta instalación de Patrimonio Nacional (por detrás del Palacio Real, El Escorial y Aranjuez) con más afluencia, se acercan cada año hasta la falda de la sierra de Guadarrama para acceder a la imponente instalación, centro de la controversia desde la Transición. 

Evidentemente, dejando a un lado su simbolismo franquista, el monumento impresiona de primeras por sus dimensiones. La cruz más grande del mundo (150 metros de altura) es visible casi 30 kilómetros antes de llegar a la entrada de la instalación. En su base, las imágenes de los cuatro evangelistas se levantan unos 18 metros. El enorme símbolo cristiano corona la montaña que fue vaciada para que albergase una basílica con una longitud de 262 metros y una altura máxima, en el crucero donde se ubica el altar, de 41 metros. Todo ello robado a la naturaleza.

Precisamente en esa magnitud como monumento nacen sus problemas estructurales. La humedad del interior de la montaña, el clima de ese lugar madrileño y los defectos de construcción amenazan el futuro de la instalación. Las galerías inferiores, que albergan los huesos de miles de muertos de la Guerra Civil, así como la propia basílica, sufren graves humedades que posiblemente imposibilitarán la identificación de los restos. Las estatuas, de la Cruz del exterior hasta las del interior del templo, está construidas con materiales incompatibles entre sí, por lo que se están desmoronando.

Al menos 13 millones de euros se necesitarían para evitar la ruina total de un lugar que muchos expertos consideran como el propicio para establecer «un lugar para la memoria de víctimas y muertos en la guerra». La idea sería, aunque el pasado de ambos lugares no sea comparable, hacer del Valle de los Caídos algo similar a lo que ocurre con el campo de concentración de Auschwitz, otro centro de historia compleja, que en 1974 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.