Elecciones y reproches

Benjamín López (SPC)
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El presidente no sabe si convocará la cita con las urnas el 13 o el 20 de diciembre, aunque tiene muy poco margen. El PSOE olvida que Zapatero nunca defendió los Presupuestos

Rajoy no sabe cuándo van a ser las elecciones generales. «¡Uy, eso no se sabe todavía!», dijo ayer, de refilón, al término del debate de Presupuestos. No lo sabe pero lo cierto es que no hay muchas alternativas. Su decisión de aprobar los PGE para 2016 antes de disolver las Cortes ha limitado mucho su capacidad de actuación. Los plazos, por mucho que se quieran forzar, le dejan prácticamente solo dos fechas libres: el 13 y el 20 de diciembre. Así que tampoco tiene que devanarse mucho los sesos el presidente. Entre otras cosas, porque tiene poca importancia si son un domingo o el siguiente. Lo que está claro, comentaban algunos en los pasillos, es que las compras navideñas las haremos este año entre mitin y mitin. Los partidos van a tener que añadir el sonido de panderetas y zambombas a sus sintonías y repartir turrón en los actos de campaña.

El chascarrillo sobre la fecha electoral puso ayer una nota de color a la segunda jornada del debate sobre las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos que no se salió ni un milímetro del guión previsto y, por lo tanto, fue previsible y más bien aburrida. La mayoría absoluta del Congreso, con un fallo informático de por medio que obligó a repetir la votación, avaló las cuentas públicas del Gobierno para 2016. Dicho de otra manera, las cuentas fueron rechazadas en bloque por la oposición. Dos maneras de verlo, dos titulares de prensa aparentemente opuestos que dicen lo mismo en el fondo. Ya saben, unos ven el vaso medio lleno y otros medio vacío. Y no es inocente destacar una cosa u otra.

Tampoco es inocente la crítica del PSOE a Rajoy. Decían Sánchez y Hernando que al presidente le había faltado «gallardía» y «decencia» para defender los PGE desde la tribuna. No sabemos si al gallego se quedó falto de algo pero, en todo caso, si así fuera, está claro que sería lo mismo de lo que careció Zapatero porque el expresidente socialista tampoco los defendió durante sus años de Gobierno. Y es que habitualmente ha sido el ministro de Hacienda el encargado de subir a la tribuna de oradores, se apellide Montoro, Salgado, Solbes o como se llame.

Lo que ocurre, dicen en Ferraz, es que estos PGE se aprueban en una situación «absolutamente excepcional», y eso requiere que el presidente dé la cara. Los populares lo ven de forma completamente diferente. Lo único excepcional ha sido, dicen, habilitar dos semanas de agosto y se ha hecho por responsabilidad y sentido del deber. Lo cierto es que la Ley de Presupuestos no ata las manos del próximo Gobierno, sea del signo que sea. Se pueden modificar con otra ley e incluso se pueden derogar y empezar otros de cero.

Lo que sí ha sido excepcional en este debate es que el líder de la oposición defienda la enmienda a la totalidad de su partido. Normalmente lo han hecho los portavoces o los responsables de Economía del Grupo Parlamentario. Sí lo hizo Zapatero, por sorpresa, en 2002, y lo ha vuelto a hacer ahora Pedro Sánchez. Y precisamente desde el PP y desde el Gobierno se empeñaban ayer en comparar a uno y a otro. En privado, y en ocasiones en público, se refieren al secretario general del PSOE como ZP 2. Sin llamarle así, la vicepresidenta dijo a la prensa que el madrileño no aporta nada nuevo y que está «anclado» en la época de Zapatero que nos llevó a la crisis.

Lo que no dicen en Génova es que el líder socialista se parece cada vez mas Rajoy en una cosa. Su creciente aversión a atender a la prensa. En los dos días de debate, solo se ha parado una vez, breves instantes, a responder a los periodistas. El presidente lo hizo cuatro veces. Es el mundo al revés. El que estaba a la defensiva saca la cabeza, y el que parecía cercano ahora se escabulle.

En lo que sí coincidían muchos diputados ayer es en que se ha hablado bastante poco de los Presupuestos en este debate, y que se han dedicado a mas a lanzarse los trastos a la cabeza con la mirada puesta en las elecciones, esas que Rajoy no sabe si convocar para el 13 o para el 20 de diciembre.