Pánico y muerte en París

Agencias
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Una cadena de ataques coordinados y varios tiroteos tiñen de sangre siete céntricos enclaves de la capital gala

Los servicios de inteligencia franceses sabían desde hace días que los terroristas islámicos tenían en mente perpetrar un atentado de grandes dimensiones en suelo galo. Eran conscientes de la alta probabilidad de que tuviera lugar una tragedia y lo más grave es que también había informes de que lo peor de todo es que admitían que no podían hacer nada por evitarlo. La barbarie terrorista firmó ayer uno de los episodios más negros de su historia macabra tras llevar a cabo la cruel cadena de atentados que golpearon siete céntricos enclaves de París la fatídica noche del 13-N. Más de 120 muertos y 60 heridos es el saldo que, al cierre de esta edición, se tenía de los ataques terroristas. Todo comenzó cuando  sobre las 21,00 horas, en el corazón del Distrito X parisino, dos hombres vestidos de negro que portaba un Kalashnikov abrieron fuego indiscriminadamente contra los clientes del restaurante Le Petit Cambodge en la calle Alibert. Posteriormente, los terroristas, que tuvieron tiempo para recargar sus armas sin problemas, se encaminaron a otro local situado cerca del canal Saint Martin, en el este de la capital, llamado Bonne Biere y abrieron fuego sobre la gente que estaba en la terraza. Según relató un testigo presencial, Florian Guerrier, propietario de un bar vecino, los dos individuos iban con la cara descubierta, llevaban armas automáticas y abrían fuego sobre sus víctimas «a quemarropa». Después, los tiroteos continuaron por las calles cercanas a la Plaza de la República. La barbarie no tenía freno. Ataques y más muertes en el bar Le Carrillion, así como en otro centro comercial y explosiones cerca del Estadio de France donde jugaban Francia y Alemania, ejecutadas por terroristas suicidas que hicieron detonar la carga explosiva que llevaban adosada a sus chalecos. El presidente francés, François Hollande, fue evacuado del campo. El recinto deportivo          -con una aforo de 80.000 espectadores- quedaba cerrado con el público en su interior y se impidió la entrada y la salida de cualquier persona. Algo iba mal y la enorme confusión incrementaba los niveles de tensión. La inquietud daba paso al horror al mismo tiempo que las calles se teñían de sangre.

El infierno en la sala. Lo peor estaba por llegar. La conocida sala de conciertos Bataclan, ubicada en el número 50 del bulevar Voltaire, en el distrito XI, celebraba el concierto del grupo Eagles of Death Metal. Un testigo que se encontraba allí con su madre relató cómo, cuando muchos disfrutaban ya de la cita musical, varios encapuchados entraron dentro de la sala de fiestas al grito de «Allahu Akbar» (Alá es el más grande) mientras disparaban con armas automáticas sin ningún miramiento. Después de una de las ráfagas, cuando parecía que los presuntos terroristas se habían marchado, ambos pudieron escapar. Los asesinos habrían disparado durante aproximadamente diez minutos con ametralladoras Kalashnikov. Un periodista que se encontraba en la sala de conciertos cubriendo el evento señaló que hombres vestidos de negro y con la cara descubierta dispararon indiscriminadamente a su alrededor. El reportero, quien logró huir del auditorio, informó de que al escapar pudo ver la cara de uno de los autores de los disparos y que tenía entre 20 y 25 años. Algunos de los asistentes informaban desde sus cuentas en twitter o facebook sobre la gravedad de la situación. La pesadilla se había convertido en realidad. Algunos pedían ayuda y advertían que, si nadie hacía nada, iban a morir todos. La toma de más de un centenar de rehenes en la discoteca parisina terminó con un asalto policial y la muerte de tres terroristas. El panorama en el interior de Bataclan era dantesco, una auténtica «carnicería». Al menos 80 personas habían perdido la vida tras ser fusilados en la sala, aunque la cifra podría variar en las próximas horas. El Bataclan se encuentra a solo 550 metros de la sede de la revista satírica Charlie Hebdo, que fue atacada el 7 de enero de 2015 y donde murieron 11 personas. París había sido golpeada de nuevo por unos yihadistas que volvían a teñir de luto al corazón de Europa.

El infierno en la sala. La situación era de una gravedad extrema y en un discurso difundido por televisión, el presidente francés Francia, François Hollande, anunciaba la declaración del estado de urgencia en todo el territorio nacional y el cierre de las fronteras del país ante los «atentados terroristas sin precedentes» acaecidos en París y de los que aún no se ha responsabilizado nadie. Posteriormente, Hollande se desplazó a la sala de conciertos Bataclan, ante la que declaró a la prensa que Francia «no tendrá piedad contra los terroristas» y «no se dejará impresionar» por lo sucedido. Junto a Hollande, se trasladaron al lugar el primer ministro, Manuel Valls, y los titulares del Interior, Bernard Cazeneuve, y Justicia, Christiane Taubira.

La ola de ataques registrada en la capital francesa, según señaló, «no tiene precedentes», pero «los terroristas capaces de tales atrocidades deben saber que se encontrarán con una Francia determinada y unida». El Ayuntamiento de París pidió a todos los ciudadanos que no salgan de sus casas «a la espera de las instrucciones de las autoridades».

 Trágica noche la de este 13-N, con el atentado más grave perpetrado en territorio galo en toda su historia; un vil acto que despertó el miedo a una amenaza que parece invisible, pero que es tan letal como real.