Una abulense que toca el cielo

Mayte Rodríguez
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La teniente María Corona es una de las escasas mujeres que pilotan aviones y está destinada en la Base Aérea de Villanubla, donde tiene su sede el Grupo 42 de las Fuerzas Aéreas Españolas

Una abulense que toca el cielo

A la teniente María Corona, nacida en Ávila en 1983, tener vista de lince y una espalda a prueba de bombas le permitió «cumplir un sueño» de la infancia que literalmente transcurría entre las nubes porque soñaba con volar a bordo de un avión que ella misma pilotaba. Esa era su vocación desde niña y aunque lograrlo le ha costado también «mucho trabajo y sacrificio» a base de interminables horas de estudio y entrenamiento, para acceder a la Academia General del Aire de San Javier es imprescindible superar unas exigentes «pruebas médicas» que, entre muchas otras cosas, certifican que los aspirantes a pilotos «vean perfectamente y no tengan problemas de espalda», nos cuenta esta abulense destinada en la Base Aérea de Villanubla, en Valladolid, donde tiene su sede el Grupo 42 de las Fuerzas Aéreas Españolas, en el que es la única mujer piloto en activo. «Hay otra compañera, pero por distintas circunstancias no vuela», apunta.

A punto de cumplirse un año desde que salió de la Academia del Ejército del Aire, suma  más de 400 horas de vuelo (unas 300 en aviones convencionales y un centenar en reactores C-101). En Villanubla, su labor diaria consiste en  «el re-entrenamiento del personal de vuelo sin horas operativas en las unidades, trabajo con ellos para que mantengan el nivel operativo», explica la teniente Corona Gordo. No en vano, la unidad en la que está destinada se dedica principalmente al adiestramiento de pilotos especializados en el transporte aéreo.

Esa es, precisamente, la especialidad por la que ella se decantó cuando tuvo que elegir qué tipo de aeronaves pilotaría a lo largo de su carrera militar. «No me veía volando con reactores toda mi vida porque físicamente es muy duro, lo de la acrobacia está muy bien, pero tu cuerpo acaba sufriendo mucho, además me gustan  más las misiones de transporte»,  desvela María Corona, a la que tampoco le atraían especialmente los helicópteros. «En la decisión de pilotar aviones de transporte influyó también que yo tenía casa en Valladolid», confiesa. Y es que antes de ingresar en el Ejército, esta abulense estudió ingeniería en la capital pucelana. Fue en la universidad cuando tuvo realmente claro que aquel no era su camino y que debía seguir la vocación de su infancia, en la que probablemente algo influyó el hecho de que su padre, fallecido cuando ella era muy niña, fuese militar destinado en Ávila, «aunque del Ejército de Tierra», recalca.

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