El Príncipe, un barrio sin ley

Leticia Ortiz (SPC)
-

La zona del Príncipe Alfonso, en Ceuta, es considerada la más peligrosa de España, donde ni la Policía se atreve a entrar. La pobreza y el paro han creado un 'caldo de cultivo' ideal para la captación yihadista

 
En esta Europa que clama, ahora más que nunca, igualdad, libertad y fraternidad, existen puntos negros donde no llegan esos gritos porque la ley importa más bien poco, la Policía no se atreve a entrar y los habitantes callan por miedo a las represalias. Muerte a los chotas, se lee en una pared de uno de esos lugares donde no alcanza el Estado de Derecho como una amenaza a los chivatos, que es lo significa chota en el lenguaje de los bajos fondos. 
Uno de esos sitios malditos, el barrio belga de Molenbeek, se ha hecho tristemente célebre tras los atentados de París, puesto que, según las investigaciones, los autores de la masacre salieron de esa zona marginal ubicada en el mismo corazón de Europa. En Francia también tienen un rincón similar, Roubaix, extensión de la conflictiva Lille, que, como ocurre en Rosengard, situado en Malmö (Suecia), ha visto cómo la pobreza y el extremismo religioso han creado un caldo de cultivo perfecto para la expansión del yihadismo. 
Sin terrorismo islámico, pero con la Camorra como poder real, por encima de los políticos y las Fuerzas de Seguridad, Secondigliano (Italia) está considerado uno de los lugares más peligrosos del mundo. De hecho, los napolitanos aseguran que cuando Irak y Siria se pacifiquen un poco, ese barrio alcanzará el primer puesto de la lista.
El quinto distrito sin ley del Viejo Continente se localiza en España, concretamente en Ceuta, casi en la frontera con Marruecos. El entramado de calles, callejuelas y pasadizos que forman la barriada Príncipe Alfonso es la zona más conflictiva del territorio nacional, donde, como ocurre en los ejemplos belgas, franceses y suecos, se unen la pobreza, el paro y la delincuencia con la radicalización islamista. Un cóctel molotov que puede estallar en cualquier momento. 
Tras la campaña de Marruecos (1859-1860), en la que las victoriosas tropas nacionales llegaron a tomar Tetuán,  España y el Sultanato alahuita firmaron la paz en el Tratado de Wad-Ras, por el que, entre otros extremos, se consolidaron los actuales límites de la Ciudad Autónoma. Entonces, para su mejor vigilancia, se construyeron una serie de fortines. Así se alzó la barriada Príncipe Alfonso, que debe su denominación al hijo de Isabel II, que después reinaría con el nombre de Alfonso XII.
En ese lugar, comenzaron a asentarse ciudadanos peninsulares, en su mayoría andaluces. Cristianos y musulmanes convivieron allí casi en igualdad hasta los años 80, cuando los católicos comenzaron a emigrar. Actualmente, el 95 por ciento de los 12.000 ciudadanos que habita en las estrechas calles de este peligroso lugar son seguidores de Alá. 
 
Sin porvenir. El paro, lacra de España en los años de la crisis, alcanza allí el 65 por ciento y el índice de abandono escolar es muy elevado. Dos circunstancias que han empujado a muchos jóvenes, «demasiados», según dicen en sus calles, a buscarse la vida en la delincuencia y el tráfico de drogas. . 
No hay que olvidar que El Príncipe hace frontera con Marruecos, el mayor productor de hachís del mundo. Por ello, el barrio es terreno abonado para los narcos, pero también para los que trafican con seres humanos y con armas, para los extorsionadores y, desde hace unos años, también para las células islamistas que ofrecen una salida a esos muchachos que se sienten abandonados por las instituciones. De hecho, el hachís que antes era «una solución», se ha convertido, por su ausencia, «en otro agravante». Como explican fuentes policiales, hace casi tres décadas, muchos jóvenes del barrio se dedicaban al narcotráfico, un trabajo peligroso e ilegal, pero en menor medida que el terrorismo. Ahora, sin embargo, los señores de la droga han sacado El Príncipe de sus rutas, lo que ha reducido las opciones de futuro de multitud de chavales a los que le seduce la idea de convertirse en héroes cobrando, además, unos 1.400 euros al mes.
 
A la muerte. «Nosotros hacemos la Yihad aquí, en Ceuta. No hace falta que vayamos a Siria». Las palabras son de Yassin Ahmed Laarbi, alias Pistu, en prisión por mandar presuntamente a la muerte a 14 jóvenes, la mayoría ceutíes, de los que ocho murieron, en acciones suicidas que causaron decenas de víctimas. 
Pistu era uno de los muchos captadores que están en el punto de mira del Ministerio del Interior. Sin embargo, las operaciones sobre el terreno no son sencillas en este barrio, famoso ahora por la serie televisiva que lleva su nombre. Aquí apenas entra la Policía. «Si no nos llueven piedras va a ser de chiripa. Es lo típico, esto es una especie de Intifada», narraba hace unos meses un agente poco antes de comenzar una intervención en el sitio más peligroso de España.