Historias de cien años

F. J. Rodríguez
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María Teresa García Osorio, hija de uno de los fundadores y de los primeros directores de El Diario de Ávila, pasó el pasado día 23 de marzo a integrar el privilegiado grupo de los centenarios abulenses

Ya me quedo aquí en Ávila. El tiempo que Dios me de quiero pasarlo aquí, en mi ciudad». Su voz no le tiembla ante una sentencia que tiene mucho de resignación y de autoconvencimiento. Es María Teresa García Osorio, quien el pasado miércoles 23 de marzo pasó a integrar el privilegiado grupo de los centenarios abulenses. En los últimos años ha vivido también largas temporadas en Madrid, en casa de su sobrina Belén. Ahora vive con Teresa, otra de sus sobrinas, en la casa que tienen en la calle San Segundo.

Admito que tenía un gran interés en entrevistar a María Teresa, no en vano es hija de Constantino García Pérez, uno de los fundadores de El Diario de Ávila y también su tercer director. «El Diario, siempre ha estado presente en mi casa», reconocía, mientras sus intensos ojos verdes me examinaban de forma curiosa, con la templanza que solo saben hacer las personas sabias.  «De papá no recuerdo mucho», indicaba con  cierta  tristeza, aunque añadía que entre los pocos recuerdos que guarda de él –María Teresa tenía seis años cuando falleció su progenitor– figuran los momentos que pasaba junto a sus hermanos, cuando su padre les leía alguna de las secciones del periódico «con alguna moraleja», como era el caso de ‘Los dos golfillos’.

«Discretamente presumida», como le define María del Carmen, otra de sus sobrinas. Su aspecto no denota para nada su edad. Cuando se le pregunta por la fórmula mágica para poder mantener la piel en las condiciones en que la tiene, dice que no utiliza ningún producto.  «No me doy cremas», sostenía. Pero ahora, a sus cien años, María Teresa reconoce que se encuentra un poco «averiada». Hace más de un año sufrió dos caídas que le llevaron directamente al quirófano para recibir dos prótesis de cadera. Esta circunstancia le ha limitado bastante. Desde entonces no puede salir sola a la calle. Tiene que ir acompañada. Tampoco puede leer. Su vista cansada ha limitado también esta actividad, que solía hacer con asiduidad. Si embargo, el paso del tiempo no ha mermado su cordialidad. Es una mujer tremendamente cordial y educada, con la que es un placer conversar. Lo que si suele hacer, y mucho, es escuchar la radio, reconocía su sobrina Teresa. «La tele ahora la veo poco también»,  señalaba la centenaria.

 

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