Pastores que dejan huella

Mayte Rodríguez
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Alejandro y Rubén Jiménez son dos generaciones de pastores a los que el pequeño Eric está dispuesto a tomar el relevo • Ambos luchan por la pervivencia de las cañadas

Pastores que dejan huella - Foto: Ical

Bien abrigado y de la mano de Sheila, su madre, el pequeño Eric Jiménez  agarra con firmeza su vara de pastor mientras encabeza el rebaño de 2.000 ovejas que este miércoles atravesó Arévalo en su recorrido trashumante por la Cañada Real Leonesa Occidental. Con tan solo cuatro años, él está llamado a ser la tercera generación de una familia de pastores capitaneada por su abuelo Alejandro, cuya ilusión por mantener vivos antiguos usos ganaderos como éste comparte también su hijo Rubén. Cuando llegue el momento, a éste le  «gustaría mucho que su hijo «tomara el relevo igual que yo tomé el de mi padre», confiesa el joven mientras controla el rebaño junto a otros tantos pastores y once perros.

A estas alturas, la expedición trashumante que partió del municipio vallisoletano de Carpio del Campo -en el que reside la familia Jiménez- y que discurrió por nuestra provincia estará a tan solo dos días de completar su recorrido trashumante, que finalizará el martes en Boadilla del Monte. El paso de sus dos mil ovejas y cabras por la Cañada Leonesa Occidental busca reivinciar el uso ganadero de las cañadas reales y el respeto a estas antiguas vías de comunicación que durante siglos fueron las únicas vías de comunicación de la época a pesar de que en nuestro tiempo han sido parcialmente invadidas cuando no directamente bloqueadas. «Hace muchísimos años llevábamos a las ovejas por las cañadas, pero empezaron a construir carreteras y bloques de pisos sobre ellas, así que dejamos de hacer la trashumancia», apunta Alejandro Jiménez, que a sus 63 años asegura estar disfrutando mucho estos días con este recorrido trashumante que le recuerda viejos tiempos. «Dormimos, comemos, cenamos y desayunamos en el campo, como antes, pero ahora con más comodidades, como son las tiendas de campaña», señala.

Su hijo Rubén coincide en que la experiencia está resultando «muy bonita», aunque el veterano Alejandro deja bien claro que el pastoreo «es una vida dura», por eso «para poder disfrutar de estas cosas tiene que gustarte mucho».

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