Una argucia electoral

Agencias
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A pesar de negar que su discurso contra Irán tuviera fines políticos, Netanyahu aprovecha su intervención en Washington para iniciar la campaña y lanzar un sutil mensaje a los votantes

 
 
Arrancó su discurso ante el Congreso estadounidense asegurando que la suya no debería ser una intervención política. Tras su polémica alocución del pasado martes, en la que muchos consideraron que se trató de una estrategia para la campaña electoral que empezó, casualmente, ese mismo día, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lamentó que algunos calificasen su actuación como una maniobra oportunista. «Ésa no fue mi intención», aseveró, dejando sentir un tono de indignación en su voz. Y, seguidamente, insistió en que le parecía increíble que sus críticos hubiesen llegado a pensar que de su visita a EEUU, a donde llegó invitado por los republicanos, pensase obtener réditos de cara a la cita con las urnas el próximo día 17.
En menos de dos semanas se elegirá en territorio judío el nuevo Parlamento (Knesset) y, por eso, y a pesar del desmentido de Netanyahu, cualquier declaración de cualquier aspirante a gobernar se sigue con máxima atención. Y más si ésta tiene lugar en la Cámara de Representantes de la primera potencia mundial.
El premier lo sabe y no podría haberse buscado un mayor escenario. Por eso, en su discurso advirtió a diputados y senadores en contra de aceptar un acuerdo nuclear con Irán y pidió imponer más sanciones a la república islámica. Pero en esos 40 minutos de intervención también se dirigió a Israel, a las personas que en unos días le votarán para que pueda ser primer ministro por cuarta vez. 
El discurso no contenía información nueva sobre Teherán ni sobre las intenciones de Tel Aviv y, sin embargo, estaba lleno de mensajes a los electores. Netanyahu se presentó como defensor de Israel, que se arriesga a una ruptura con su aliado Estados Unidos para defender a su nación de la temida destrucción que le infligiría su archienemigo persa. Pero también se mostró como astuto orador, a quien los norteamericanos tienen que respetar. 
A pesar de que esta intervención generó mucha polémica antes de que se produjera, ya que el discurso no había sido apalabrado con la Casa Blanca, la actuación ha sido un acierto. «Los israelíes cínicos podrían tener la sensación de ya haberlo visto todo, sobre todo durante la campaña electoral», pero resulta extraordinario que un dirigente hebreo sea recibido en Estados Unidos como «una estrella de rock», señaló ayer mordaz el diario izquierdista Haaretz. 
Durante el día del discurso, no hubo otro tema en el país que la comparecencia. Y eso que la oposición se esforzó por rebajar esta presencia.  Pero hasta las voces críticas con el primer ministro tuvieron que admitir que muchos ciudadanos comparten esa preocupación por Irán. 
Sin embargo, es más que cuestionable que Netanyahu pueda mantener la velocidad de crucero con la que ha arrancado la campaña electoral. «El efecto de estas cosas no dura más de dos o tres días», aseveró Mark Heller del Instituto para Estudios de Seguridad Nacional en Herzliya. Y, además, la zarandeada amistad entre Israel y Estados Unidos, resistirá.