Las urnas esperan con el voto cargado

Antonio Pérez Henares
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Sánchez es un derrotado al que los separatistas han llevado al límite de la cesión y la traición

Las urnas esperan con el voto cargado - Foto: ALBERT OLIVÁ‰

El cuanto antes mejor o, lo que es lo mismo, cuanto más tarde peor, instalado en filas socialistas no es otra cosa que el reconocimiento del desastre sanchista y la convicción de que ya no hay momento bueno por delante, sino que la tendencia es pudrirse todavía más. La oposición ha clamado en las calles por las elecciones, pero quienes en realidad las ansían más son los dirigentes socialistas cada vez más espantados del cariz que estaba tomando la cosa.

Ahora todos comprenden, incluso en La Moncloa, menos Pedro y Begoña, claro, que se desaprovechó una irrepetible oportunidad. Cuando aquella moción de censura que no debía salir (los socios, ultraizquierda y separatistas eran tóxicos) y salió, la traición del PNV fue definitiva, hubo no solo una ventana de oportunidad para alcanzar el poder, sino para haberlo consolidado en las urnas. Si Sánchez hubiera sido tan solo leal a su palabra, la de convocar elecciones «cuanto antes», o sea, tras cumplir el plazo legal exigido de dos meses como presidente, el PSOE hubiera obtenido una considerable ventaja en las urnas y podría haber revalidado con votos el poder obtenido por la puerta de atrás.

Pero no. Sánchez es Sánchez, aunque diga Calvo que son dos. Al día siguiente estaba haciendo ya el Sánchez y al cabo de ocho meses ya todos sabemos quién y cómo es. Las dos últimas y esperpénticas semanas han dado los brochazos finales al cuadro y culminado con una demoledora derrota el final de una fuga hacia delante, que si por él fuera proseguiría aún más, aunque fuera hacia ningún lugar, excepto a que él siga donde está. Que es el objetivo único y exclusivo de su mandato: mandar él.

Porque si Sánchez convoca elecciones no es porque quiera, ni porque crea que ese es el interés de la nación, que le importa un higo, sino porque no le queda otra, porque le obligan y así no puede continuar. Porque si no haría como hizo, cuando se vio en Moncloa, abjurar de inmediato de su promesa al pueblo español, y por lo que ha hecho de todo y a costa de todo, ¿se acuerdan de aquella chulería de «que esperen sentados» ante la exigencia de las urnas? 

En ese todo iba primero e incluido el arrastrarse durante ocho meses ante los separatistas, hasta que ya en el último segundo y tras haber llegado a la total humillación, el relator, la mesa bilateral y la de partidos en plano de estatal igualdad, se le rebeló la gente, se encrespó su propio partido y encima los independentistas le escupieron a la cara para decirle lo que sabíamos todos y él también, aunque hiciera como que no: que la independencia de diálogo no tiene nada, es simplemente la imposición y la expropiación de la soberanía nacional.

Todo aquello que pretendía impostar y ocultar y que era hacer el juego a los secesionistas, no dudando a cambio de sus votos en el Congreso, incluso en socavar a la judicatura, dejar indefensos a sus representantes más expuestos y dar bazas a los procesados, es lo que se está dejando claro al fin por el Tribunal Supremo y sus dos fiscales que han restablecido la evidencia de la verdad. Que no se juzgan ideas, que se juzgan hechos y acciones, que quienes se sientan en el banquillo lo hacen por haber violado la ley y todas las leyes, incluida la Constitución, intentando un golpe contra la democracia española. Que ser político no supone impunidad para cometer delitos y que por los delitos hay que pagar. 

 Al Sánchez toda la tramoya, el sombrajo bajo el que se dedicaba a llamarse presidente y mi persona una docena de veces al día, se le comenzó a desplomar la semana pasada y acabó en esta por caer con estrépito total cuando el Congreso le dejó sin Presupuestos y sin red. Y ya no iba más.

 Pero Sánchez sigue ahí. Y ya es notorio, además, lo que pretende hacer. De haber sido durante meses el oferente y genuflexo servidor de los separatistas, pasa a convertirse en el Cid Campeador de la patria y la bandera. Sin solución de continuidad. Y cree que lo puede conseguir. Como cree que ha conseguido que sus teles conviertan a más de 300.000 españoles en cuatro fachas y que eso es lo que son todos quienes a él se oponen. Que en realidad, a la postre, no se lo cree ni él, ni quienes lo vocean, pero es la consigna a pregonar. 

De todo ello dará mucho que hablar y descubrir a lo largo de estos meses de mentiras que vienen, pero lo cierto, como una imagen de Colón desmentía las mil patrañas, es que Sánchez es hoy un derrotado que se ha visto obligado a hacer lo que no quería, de ninguna de las maneras, hacer. Sus socios separatistas le han llevado al límite de la cesión y la traición y el pueblo español y parte de su propio partido, aterrados ante el suicido donde ellos morían primero, le han obligado al frenazo y a la marcha atrás. La realidad es que ha tenido que hacer lo que le gritaba la plaza de Colón y apoyaba un gran mayoría de españoles: ¡Elecciones ya!

Pero Sánchez y los suyos, y ahora todo el PSOE, van a intentar cambiar el relato de lo que se ha vivido durante estos últimos meses, lo que todos hemos visto y oído. La propaganda es un arma muy poderosa, desde luego, y la tiene casi por completo en su poder, pero las gentes están ya muy escaldadas y las imágenes y hasta los sentimientos muy arraigados. Hace medio año su impostura pudiera haber colado con mayor facilidad, pero ahora ya hacen falta demasiadas tragaderas y una amnesia total. La descomposición galopante de Podemos le pueden ayudar, el reparto del voto a su derecha cree que también, aunque eso tiene otra visión, la de una creciente movilización de todo ese sector. Para mi tengo, que diga Tezanos lo que quiera y lo que dirá, que a Sánchez las urnas le están esperando con el voto cargado.