...Y prefirió el 28 de abril

Pilar Cernuda
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A Sánchez no le salen las cuentas para seguir gobernando, ni siquiera a través de decretos ley, y por eso no ha encontrado otra salida que convocar elecciones para mantenerse en La Moncloa

...Y prefirió el 28 de abril - Foto: JUAN MEDINA

Las elecciones se celebrarán el 28 de abril, después de haber comprendido el presidente que no se encontraba en condiciones de continuar.

Los independentistas, los mismos que auparon al PSOE al Gobierno al apoyar la moción de censura contra Mariano Rajoy, han puesto punto final a una legislatura que Sánchez esperaba completar y, más aun, prolongar durante los siguientes cuatro años. 

Nunca pensó que perdería el apoyo de PDeCAT y ERC, nunca pensó que cabía la posibilidad de que otro dirigente político se convirtiera en presidente en la próxima legislatura, nunca pensó que su principal socio, Podemos, iba a sufrir una quiebra interna que pondría en riesgo la mayoría que necesitaba Sánchez para ser presidente y, desde luego, jamás pensó que además de perder la ley más importante de un Gobierno, la de los Presupuestos Generales del Estado, perdería también el afecto, el respaldo e, incluso, el respeto de un sector importante de sus votantes. Porque Sánchez, y es probablemente lo que más le duele, no ha convocado elecciones con un tono de voz vibrante y esperanzador, sino que en el momento del anuncio se vio a un dirigente en declive, anímicamente bajo, que posiblemente está pensando ya en su futuro como expresidente.

Cataluña ha sido el escollo que no han podido superar Sánchez y su equipo de Gobierno. El eternamente optimista Sánchez -excepto cuando perdió la Secretaría General del PSOE, que entró en depresión aunque ahora publique un libro llamado Manual de Resistencia- jamás barajó la posibilidad de que, como le ocurriera a Rajoy, los independentistas se negaran a dialogar sobre nada si el Ejecutivo no aceptaba previamente su referéndum de autodeterminación. El excelente concepto de sí mismo que tiene el político le impedía aceptar que también él fracasaría. Carmen Calvo anunció el final de las negociaciones con los independentistas, pero hasta el mismo día de la votación de los Presupuestos, Sánchez creyó que tendría su apoyo. De ahí la cara de consternación con la que salió el mandatario del Hemiciclo tras la votación fallida.

Una semana antes había recibido en Moncloa a un Pablo Iglesias que le alertaba sobre las intenciones de los secesionistas, y le daba a entender que si el Gobierno quedaba en precario, él no podía convertirse en su único apoyo el resto de la legislatura, pues se hundiría aún más su partido. Aún así, el líder de Podemos quiso hacer un último esfuerzo y contactó con dirigentes de ERC y PDeCAT para que reconsideraran su posición y salvaran a Sánchez, haciéndoles ver que si llegaba un Gobierno de la derecha estaban condenados a otro 155 y a la ruptura de cualquier tipo de diálogo con Madrid.

Ante la sorpresa de Iglesias y de Sánchez, a los independentistas no pareció preocuparles la posibilidad de la falta de negociación con un nuevo Ejecutivo: hace tiempo que están muy divididos, advierten la disminución del apoyo social porque los catalanes están cansados de inestabilidad y manifestaciones, y de las peripecias de Puigdemont y Torra. Creen, además, los independentistas que les ha ido mejor con el victimismo que utilizaban cuando gobernaba el PP que durante las eternas negociaciones con Sánchez y Carmen Calvo. 

Al PSOE le ha costado asumir su situación de absoluta precariedad. El resultado andaluz no le hizo sufrir excesivamente porque se le presentaba la posibilidad de acabar con la carrera de su detestada rival, Susana Díaz. El presidente, por otra parte, tiene enfrente a los barones García Page y Javier Lambán. Ximo Puig no ha sido nunca un sanchista entusiasta y el extremeño Vara ha empezado a distanciarse.

La situación, por tanto, no era buena para el socialista, que más que refugiarse en el grupo que le sacó de la depresión y le dio el impulso moral necesario para ganar las primarias -Adriana Lastra, Ábalos, Susana Sumelzo, Rodríguez de Celis, Margarita Robles- pasaba largas horas de conversación con su oráculo y jefe de gabinete, Iván Redondo, el analista político que le encandiló cuando ganó las primarias a Susana Díaz y que convenció a Sánchez de que podía superar la moción de censura a Rajoy si la presentaba cuando la Justicia le acababa de implicar en el caso Gürtel. 

La presentó, la ganó, se convirtió en presidente e Iván Redondo pasó a ser el hombre al que más ha escuchado Sánchez desde que vive y trabaja en La Moncloa. De hecho, cuentan los ministros que es quien lleva la voz cantante en las reuniones de los lunes del presidente con Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Adriana Lastra, Redondo y el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. 

La fecha del 28 de abril la decidió Sánchez con su equipo más cercano, el que se reúne los lunes, y Redondo informó sobre la situación política que hoy vive España y cómo se puede plantar cara a las encuestas que dicen, unánimemente, que el PSOE ganaría ahora mismo las elecciones pero la caída de Podemos y el auge de Vox daría el triunfo a un Gobierno de centro derecha de Ciudadanos, PP y Vox. 

Para los socialistas, la fotografía de la manifestación de Colón del pasado domingo, con Casado, Rivera y Abascal compartiendo escenario, es demoledora. 

El problema es que ningún sondeo recoge que PSOE, Cs y PNV sumarían suficiente y es dudoso que contaran con el apoyo de Ciudadanos, porque para ese partido es letal cualquier tipo de pacto con Podemos dentro. Pero, por otra parte, sabe Sánchez que Rivera no quiere ver a Vox ni en pintura. Tras el 28 de abril no se puede descartar ningún escenario, pero en este momento las cuentas no le salen para seguir gobernando, ni siquiera a través de decretos ley, y no ha encontrado otra salida que convocar elecciones para ver si ocurre el milagro de vencer a las encuestas y mantenerse en La Moncloa.

Las generales serán, por tanto, un mes antes de las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo. Pero, atención, antes de esa fecha, tendrá que constituirse la Mesa del nuevo Congreso. Todo un dato para que los electores que acudan a las urnas el 26 de mayo ya conocerán los posibles pactos de las generales y con qué esquemas se mueven los partidos.