"Los migrantes huyen de la pobreza... y de su cultura"

María Torre
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El periodista y escritor narra la descarnada historia de la inmigración en un libro en el que profundiza en los sentimientos y sueños de Mayuba, una mujer que llega de milagro a la orilla española

Hay una forma periodística de contar el drama repetido en el Estrecho. Y hay también una forma literaria. En esta novela, el periodista Ignacio Beltrán inventa una historia para contarnos toda la verdad.

El verano ha traído ecos bien reales de su novela.

La historia sigue ocurriendo cada día, no solo cuando el Aquarius vuelve a pedir un puerto a esta Europa desbordada. En estos días se cumplen 30 años desde que empezaron a cruzar en pateras muchos desheredados del África subsahariana. El drama no acabará nunca hasta que el equilibrio norte-sur sea posible. Una utopía que debemos perseguir tratando de incorporar al desarrollo a los países más pobres. Su futuro de emergencia está en Europa; el futuro sólido, en su propia tierra. 

Pero, ¿tiene futuro allí?

Sí, su propio futuro, no el que nosotros queramos que tengan. A veces ayudamos sin caer en la cuenta de que ellos tienen su modo de vida. De igual manera, en esos países deben de entender que desarrollo no es solo más ayuda, más dinero... es, por ejemplo, respeto a la mujer, a la infancia, a la democracia. La historia de los migrantes que huyen de la pobreza pero también de su propia cultura está reñida con ese desarrollo.       

Escribe de surferos e inmigrantes.

Son dos mundos aparentemente incompatibles que sin embargo comparten entorno. He pasado temporadas en el norte de África, en casas de surfistas muy pobres que soñaban con tirarse en su tabla y llegar hasta Tarif. 

¿Cómo se unen esos dos mundos tan distantes? 

Hay algo en el ser humano capaz de unir ambos mundos, el de la tragedia y el de quien no sabe que vive en el paraíso. Ese «algo» es parte esencial de esta historia. Decía Baricco que el mar no tiene caminos, el mar no tiene explicaciones. Quizá quienes la lean encuentren en esta novela alguna respuesta sobre qué tienen que ver estos dos mundos, surf y pateras.

Aborda también el papel de los medios.

Pero nos cuesta ablandarnos viendo a los que llegan en botes. Porque lo que vemos en fotos y vídeos son imágenes de salvamento, imágenes de éxito, después de una travesía de pánico. Rara vez vemos personas flotando boca abajo. Pocas veces ocurre algo como lo del Aquarius, cuando la noticia nos incluye y nos obliga a retratarnos, a pensar: por Dios, que alguien haga algo. La prensa es parte de la solución porque lo cuenta, porque nada se arregla si no lo sabemos. 

Sus tres protagonistas son mujeres.

Por un lado la peripecia de Mayuba, que llega de milagro a la orilla, la de Magui que vive en una furgoneta, defraudada con el mundo por el que otros sueñan, y la de Miren, que va a las playas de Tarifa para contarlo. El libro mezcla tres vidas muy distintas hasta el límite, hasta donde ninguna de ellas querría llegar. 

Muchos periodistas han dado el salto a la literatura, ¿hay haztazgo de la profesión?

El periodismo es una manera muy directa de conectar con el lector que acaba bañado en un océano de conocimiento de un dedo de profundidad. Nos enteramos de todo un poco. La literatura puede contar una historia basada en hechos reales pero poniendo nombres a lugares, a quienes la sufren, disfrutan, sobreviven o mueren. Nos mete dentro, quizá nos hace leer el libro que todos llevamos en la cabeza. Da igual la trama, importa tocar la fibra para que el nervio lector se estimule. Los libros nos conectan con lo que pasa, la prensa actual nos dispersa. Es demasiado electrónica.

¿Qué nos cuenta su novela que una crónica informativa no lo hace?

Que quienes sufren esa tragedia tienen nuestra misma edad, la que sea, nuestra misma tristeza o alegría, nuestra rabia, y mucha más energía que nosotros, la que proviene de la hambruna, del desamparo. 

Decidió autopublicarse, ¿controla así mejor su trabajo?

Autoeditar no es la panacea, pero sí un grito de guerra contra la crisis literaria, contra las carencias que sufren las grandes editoriales. No queda tiempo ni recursos humanos para admitir manuscritos, para apostar por nuevos autores. Han dejado de ser el filtro de lo que debe o no publicarse. Ahora ese filtro son los lectores. De la selva de Amazon también sale mucho talento, pero cuesta vivir en ella sin promoción, sin distribución. Usamos el boca a boca para sacar adelante una novela, . Después, el lector y la lectora dirán.